martes, 1 de septiembre de 2009

DESDE LAS CENIZAS

Sobre Ashes of times (Redux)


Por Eduardo D. Benitez 

  Resulta a veces que lo que creíamos que era una comunicación amorosa eficaz, termina evidenciando cierta desproporción,  cierto desfase. Y aquello que pretendíamos entender de manera tan definitiva da un vuelco, y se revela sorpresivamente como una condición inherente a toda relación amorosa: ese abismo de gestos y palabras que hay en toda comunicación humana, ese imposible que media entre amante y amado, siempre tentados a superarlo. Con la materia de esa misma imposibilidad están hechas las películas de Wong Kar Wai, ese director único e insoslayable del cine contemporáneo.

   Es siempre un placer reencontrarse con una película de Wong kar. Sea cual sea el resultado final, un instante en su filmografía  es siempre un instante en la historia de la belleza. Cenizas del tiempo (1994/2008) es entonces un fragmento de belleza fechada entre Chungking Express (1994) y Fallen Angels (1995), es decir entre los arrebatos de amor urbano y comida rápida de la primera y el crudo dramón mafioso de la segunda. Pero resulta que esas cenizas fueron revisitadas por el director Hongkonés en el 2008 y al film original se le agregaron escenas, se replanteó el trabajo visual y se modificó la estructura narrativa. De esta realización nació la versión “redux”: un film que resucita la sepultada versión de hace quince años y que la deja más cerca de esos dos culebrones modernos e hiperstetizados que protagoniza el señor Chow (Con ánimo de amar y 2046).

   ¿Qué hace que un film de Wong Kar Wai sea siempre un derroche de placer? El haber trabajado siempre con colaboradores inigualables. Y con esto no sólo señalo la magia actoral de Maggie Cheung, Leslie Cheung ó Tony Leung; sino también a uno de los grandes directores de fotografía que goza el cine en la actualidad: Christopher Doyle.

   Según el vestuario estamos en la Antigua China, donde el guerrero Ouyang Feng vive un autoexilio en un lugar inhóspito, después de que un amor tortuoso le dejara roto el corazón. Hay un vino mítico que promete quitar todo recuerdo de  la memoria de quien lo bebe, algunas batallas en el medio del desierto, un espadachín ciego, otro asesino a sueldo. Todos custodian con recelo sus emociones. Pero todos, en el fondo, esperan algo: ese in the mood for love eterno. Ese director porfiado y obsesionado con la desventura amorosa como tema omnipresente.

  Es de esta manera como, un montaje a veces desprolijo y una exaltación de la paleta de colores se dan cita en un film de artes marciales sólo en su superficie que termina develando la cara que escondía: un sinfín de historias de amores melodramáticos y corazones destrozados. En esas decisiones radica la grandeza de Wong Kar. En hacer existir los géneros a fuerza de tensarlos hasta dejarlos irreconocibles. Como el amor que esconden sus personajes.

Reseña publicada originalmente en sección estrenos de HC de septiembre 2009