domingo, 10 de enero de 2010

LA TIGRA, CHACO

Entrevista a Federico Godfrid y Juan Sasiaín.  



Por Eduardo D. Benítez


                Ganadora como Mejor Película Argentina - Premio FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica)  por el 23º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, La tigra Chaco podría ser una película más de “joven hace viaje de autoconocimiento a su pueblo natal para reconducir su vida y termina encontrando el mismísimo infierno”. Pero no. La Tigra Chaco encuentra el tono perfecto para diferenciarse del resto. Esteban llega después de años al pueblo  donde se crió (que le da título al film) para encontrarse con su padre, pero éste ha viajado por trabajo y estará ausente unos días. Allí se reencuentra con una bella amiga de la infancia mientras los días pasan al calor de un verano  idílico y a la espera de que su padre regrese. HC en diálogo con sus directores interrogó acerca del origen del proyecto.  “Estábamos participando en un Festival de Monólogos que hay en el pueblo “La Tigra”, y fue ahí que dijimos: “Che, qué bueno que estaría escribir una película acá”. Pero lo dijimos como tantas veces uno dice: “qué bueno sería…” y finalmente nada pasa. Esta vez esa primera frase comenzó a tomar vida y un mes después estábamos instalados en una pequeña casa escribiendo un guión que pudiese suceder en ese lugar” dicen Federico Godfrid y Juan Sasiaín quienes también hacen referencia al arduo trabajo de escritura posterior a ese momento. 

La Tigra Chaco emerge como uno de los pocos proyectos visibles que van surgiendo como fruto de la carrera de Imagen y Sonido (U.B.A.). “El 90% del equipo está formado por egresados de la Carrera de Diseño de Imagen y Sonido de la UBA, donde nos formamos. Primero sumamos a dos pilares del proyecto: Pablo Acosta Larroca y Nicolás Aponte, asistentes de dirección, con quienes desarrollamos un guión técnico, en ese momento de “hierro” que a la postre resultó superflexible, con todos los planos dibujados, plantas, acciones y diálogos. Esa etapa fue muy enriquecedora porque fue volver a escribir el guión. Apareció Ignacio Rey, uno de los productores, que se hizo padre del proyecto y que lo transformó realmente en una película con mayúsculas", cuentan Federico y Juan. 


La Tigra… es un film que no tiene una sola  secuencia de más, toda la historia está construida con un sutil equilibrio en su puesta en escena, bajo clases magistrales de actuación.  Para gran parte de cine argentino que suele retratar las zonas rurales como lugares de desenlaces hostiles para sus personajes urbanos;  la atmósfera idílica y tierna que cubre cada plano de La Tigra significa un contrapunto.  Al respecto los directores detallan “a nosotros La Tigra nunca nos transmitió hostilidad, violencia, exclusión, es un lugar increíble. Hay personas preocupadas y ocupadas en la formación cultural del pueblo y eso nos cautivó. Muy probablemente si hubiese sido lo contrario no nos hubiese entusiasmado hacer una película sobre eso, no nos imaginamos filmando una película de violencia, exclusión y miseria en este momento de nuestras vidas. Durante este año hemos recorrido más de 17 Festivales Internacionales, con repercusiones excelentes, las entradas se agotaban por el boca en boca, y sabés qué era lo que más se decía: “al fin una película donde no matan a nadie con un cortafierro o se violan entre hermanos”. No nos queremos poner puritanos, ni mucho menos, hay películas de cortafierros que nos parecen increíbles y algunas inclusive necesarias, pero nos encanta representar a estas películas que tocan otro lugar de la emoción y del pensamiento, y que no son puro divertimento” 


Con un trabajo más que relevante en la dirección de actores, La Tigra sostiene con firmeza  toda su tensión dramática puesta principalmente en dos personajes: “Cuando comenzamos este proyecto sabíamos que era una película de actores, entendiéndolo en el sentido más amplio, entrecruzando actores formados profesionalmente con personas que nunca habían estado frente a una cámara, como el caso de la tía Candelaria. Respecto a la pareja protagonista, sabíamos que ahí nos jugábamos la película. Si las otras historias no funcionaban la película te quedaba renga, pero si lo de ellos no funcionaba, no había película. La verdad es que encontramos en Ezequiel Tronconi y Guadalupe Docampo, a dos artistas excelentes”

Con nosotros un film sutil que augura un 2010 alentador y rico en estrenos argentinos de calidad. La Tigra Chaco es pura fuerza, un pueblo donde todo es posibilidad. Por lo menos para la pareja protagónica que salda las cuentas sentimentales de un pasado amoroso que se esfuerza por volver. 

Entrevista publicada originalmente en HC de Enero-Febrero 2010

sábado, 2 de enero de 2010

ASALTO AL 2009

Entrevista a Pablo Fendrik


Por Eduardo D. Benítez

Autor, realizador, director. Algunas palabras para denominar esa instancia productiva que identificamos con un nombre y un apellido pero que,  lo sabemos, siempre esconde por detrás un numeroso grupo de trabajo.
 Entre los estrenos argentinos de este año hubo grandes sorpresas en la dirección. Sorpresas de todo calibre y talla tanto en la producción,  la exhibición y la consecuente cosecha de premiaciones.  Haciendo el balance las pantallas son las que dan cuenta -como siempre- de una infinita pluralidad de miradas que no se agota en el enrejado de ningún lugar común de endiosamiento autoral de última moda o temporada.
Una idea que parece estar presente en el quehacer cotidiano de muchos de los realizadores es destacar el trabajo en conjunto por sobre las aspiraciones individuales: desde la conciencia de una necesidad de equipo sólido que no tema “embarrarse las patas para filmar el campo” señalado por Julia Solomonoff por estas páginas (ver número 97 de HC), hasta siguiente declaración del director Pablo Fendrik: “Yo no hubiese tenido futuro si hubiera sido esa clase de director arty, ensimismado. No somos nada especial, salvo gente que tiene que trabajar en equipo para conseguir lo que quiere hacer”. Queda sugerida así, la idea de que una obra cinematográfica resulta sólo si hay una base concreta en lo que respecta al trabajo de un colectivo humano. Porque en definitiva se trata de organizar ciertos materiales (planos, personajes, luces, etc) y darle dirección a una mirada que se deja consolidar (¿completar?) con el resto del equipo.
    Por su parte, el exitaso en la dirección como correlato mainstrein del rendimiento inmediato de espectadores en masa y sin la necesidad del visto bueno, queda sellado a fuego con ese plano secuencia descomunal y virtuoso de la persecución en la cancha de futbol en El secreto de sus ojos.  Sofisticación de un cine de gran público que muchas veces queda atada a la idea (injustamente) per se de ser fruto únicamente de un grandioso hiperdiseño de producción y no de una mirada personal.

   En otro orden Julia Solomonoff y Santiago Loza, por ejemplo, dieron pruebas de una carrera en plena consolidación. Ambas se enmarcan en un complejo de películas de gran espesor poético con propuestas ancladas en universos bien personales. La primera con El último verano de la Boyita un film que profundiza la exploración sobre temas de género enraizado en las aventuras de un amor infantil con exquisita cintura en la dirección de actores. El segundo  más estetizante en su planificación y fotografía encauza a sus personajes en una especie de devaneo existencialista contemporáneo. Como parte de este contexto de estrenos “más pequeños”, Pablo Fendrik tomó la palabra para contarnos cómo fue su año con el estreno de sus “dos operas primas” según sus palabras.

-El asaltante surge casi de manera espontánea en medio del desarrollo de La sangre brota. ¿Qué condiciones se tuvieron que dar para que sucediera esto?

-Más que nada una tremenda ansiedad. La condición es que cuando yo creía que a fin del 2006 iba a poder filmar La sangre brota, Juan Pablo (productor de ambos films) me dice “che no vamos a llegar a juntar la plata”. Y yo que me había seteado en la cabeza el chip de “en el verano filmo”, me agarró una especie de ataque de ansiedad grave, y dije “filmemos cualquier cosa”. Y decidimos filmar algo chiquito con lo cual poder salir a la cancha. Yo aproveché la buena voluntad de Juan y escribí esa peli en un día. Dos días después estábamos hablando de hacerla, tres semanas después estábamos pre produciendo, y al fin de un mes y pico de ese momento ya estábamos filmando. Y rodamos en nueve días!

-Decís chiquita pero El asaltante terminó siendo una película importante, con un resultado muy logrado…

-Digo chiquita en términos de diseño de  producción, porque El asaltante es una peli que se puede hacer con diez personas en diez días con una cámara de video. Nosotros no teníamos plata ni nada, teníamos que movernos con oficio y habilidad. Conseguimos plata prestada, reventamos nuestras tarjetas de crédito para comprar discos rígidos y cosas. Tal vez nuestro objetivo más concreto era tener una película con la cual presentarnos. Como plataforma pensábamos en el BAFICI, en algún festival chiquito de afuera…no pensamos ni en pedo en Cannes….eso no estaba ni en la fantasía más salvaje de ninguno de nosotros. 

-¿Y cuando aparece la idea de llevarla a Cannes? 

-Cannes apareció. Nosotros nunca tuvimos la idea de ir a Cannes. Cuando terminamos el rodaje la mandamos a dos festivales: al fondo BA del BAFICI y al Cine en construcción de San Sebastián, Toulouse, Guadalajara. Queda seleccionada en Toulouse, y el mismo día que viajo para allá nos enteramos que ganamos el fondo BA. En las dos iniciativas que nos presentamos, la película anduvo bien. Cuando termina la proyección de la peli en Toulouse se me acercó el programador de la Semana de la Crítica en Cannes y me hizo la propuesta para participar en esa  sección. Así como le dije que sí, me olvidé del tema porque para mí era algo que jamás iba a suceder. Volvimos a buenos aires y la presentamos en el BAFICI -que fue cuando Arturo Goetz ganó como mejor actor- al otro día tenía un llamado de la Sección de la Crítica en Cannes confirmando la propuesta.

-Seguramente esto te dio fuerza para retomar el trabajo con La sangre Brota

-Sí. Igualmente nosotros nunca dejamos de trabajar con La sangre… en ningún momento. Lo que más me gustó de haber hecho dos pelis al mismo tiempo o que una apareciera mientras hacía la otra, es que aprendí que eso es muy bueno para mi salud.  Me vino de puta madre canalizar mi ansiedad de forma creativa en algún lugar. Y aprendí que, a partir de ahora, siempre que pueda voy a tener más de un proyecto en desarrollo al mismo tiempo, así nunca me pongo ansioso esperando resultados. 

-¿A nivel humano qué te proporcionó el hecho de trabajar con el equipo que trabajaste?

-Algo muy positivo fue darme cuenta del valor que tiene generar un proyecto que provoque el mismo entusiasmo en los demás que el que tiene uno. Eso fue un aprendizaje muy grande que apliqué para La sangre…después y que es algo que conservo como regla para mis próximos proyectos: cualquier cosa que yo proyecte tiene que entusiasmar a todos los involucrados o debo encontrar a gente que se entusiasme genuinamente con la idea de participar de ese proyecto. Porque la energía que sale de ahí es insuperable. Si lográs esa complicidad podés pedir cualquier cosa porque sabés que tenés un equipo de marines dispuestos a transpirar la camiseta y a hacer cualquier cosa por esa película. Voy tratar de nunca ser la clase de director que tiene un equipo de gente que está ahí sólo por el dinero o que está tratando de “expresar su mundo interior” a costa de que todo el mundo le chupe un huevo. No me interesa producir nada que me cope sólo a mí. No quiero “filmar para mí mismo o para hablar de mi poesía”, ni ninguna de esas pelotudeces. Yo no me considero un artista, me considero un director de cine para un determinado público. En mi caso, me gustaría que ese público fuera cada vez más grande. 

-¿Cómo se podría lograr eso?

-Es un camino que hay que ir haciendo de a poco. Yo no voy a hacer nada demasiado básico y demasiado populista por el sólo hecho de llegar a más gente. Voy a seguir haciendo el cine que me gusta el cual considero que es más o menos inteligente y más o menos exigente. Siempre cuidándome de no ponerme hermético o encriptar demasiado lo que hago para no quedar relegado a un circuito art house. No creo que de la noche a la mañana haga una película que meta doscientos mil, trescientos mil espectadores, pero estaría bueno…

-La pregunta sería si se puede sortear la necesidad del circuito de festivales…

-Yo trato de pensar en términos de carrera y no de películas solamente. Trato de ver en perspectiva lo que hice con mis dos primeras pelis proyectando hacia el futuro y me doy cuenta de que estuvo bueno el camino por el que empezamos, un camino de cierta efectividad festivalera. Pero luego con esfuerzo y una cuota de personalidad de productora decidimos estrenar las dos películas nosotros mismos como distribuidores después de estar mucho tiempo buscándole la vuelta. Así pudimos llegar a un determinado público. Para nosotros el objetivo no era tanto “romperla” (a nivel crítica o público) sino hacer las cosas en nuestra medida. No dejarnos determinar por el ritmo ni el esquema de nadie. Hacer las cosas a la altura de nuestras propias expectativas y no de las de un distribuidor o de vendedor internacional. Así es como de a poco vamos generando un espacio propio. 

-Se nota mucho en tu manera de describirlo que hay un equipo sólido detrás de las películas. Siempre te enuncias como un “nosotros”. 

-Es que somos un equipo. Yo no hubiese tenido futuro si hubiera sido esa clase de director arty, ensimismado.  Yo no hubiese podido formar la productora (Magma) con Juan Pablo si fuese ese tipo de director. No somos nada especial, salvo gente que tiene que trabajar en equipo para conseguir lo que quiere hacer. 

-¿Qué importancia tuvo la aparición de la sala Arte Cinema para la circulación de El asaltante?

-Estrenar ahí fue cerrar un ciclo perfecto, porque El asaltante fue hecha para un circuito de cine alternativo. Nadie puede pensar que es una película para estrenar en el Village. La aparición de esta sala fue milagrosa, era muy a nuestra medida. Ojalá haya más lugares así. 

-Decías recién que El asaltante es una película para salas de cine alternativo, sin embargo coquetea con los géneros (con el policial) lo cual puede ayudar a cooptar un público más amplio…

-Lo que pasa es que el coqueteo no es suficiente para convocar a un público mayor. La masa no entiende de sutilezas. En este siglo una peli así está enfocada a un público acotado. Es para un público más limitado, eso fue algo que descubrí con el tiempo.

-¿Y La sangre brota? ¿Sentís que es para un público más amplio?

-Un poco más amplio. Porque La sangre brota me parece que tiene un desarrollo formal mucho más complejo, un guión mas acabado. Es una película más abierta que la otra. Alguien la ve en el Village o en el Cinemark  y al terminar -puede gustarle o no-  pero no va  pedir que le devuelvan el dinero….cosa que si puede pasar con El asaltante. Van a decir “le falta el final a esto. ¿Porqué pagué veinte pesos para ver algo que dura sesenta minutos?” 

Entrevista publicada originalmente en HC en Enero-Febrero 2010