Nestor Tirri nos regala su personal
itinerario a través de los paisajes de una filmografía plural. El transeúnte inmóvil: una bitácora
interurbana que rebosa de cinefilia.
Por Eduardo
D. Benítez
Maneras de
construir ciudades, de trazar recorridos singulares para los cuerpos que
protagonizan el complejo andamiaje de una
puesta en escena. Esas proezas creativas son las que el libro El transeúnte inmóvil intenta recuperar
a partir de indagar el modo en que lo urbano y el séptimo arte se interpelan,
se redescubren mutuamente. Desde esta perspectiva, la megalópolis futurista
construida por Frtiz Lang en Metrópolis
o el territorio posnuclear creado por Tarkovski en Stalker pueden engrosar un corpus donde se encuentra el París de Sin aliento con la Manhattan de Woody Allen. Es que los films, en última instancia,
responden (pertenezcan ya a la ciencia ficción, la nouvelle vague o el realismo
italiano) a la escenificación de miradas personales que se encuentran
necesariamente en tensión con un dispositivo técnico en común: el
cinematográfico.
Como invento de captación de lo real imaginario -que se desarrolla en forma paralela al crecimiento
de las ciudades- Nestor Tirri está interesado en explorar el fenómeno del cine como modelizador de espacios urbanos en tanto que también
determinan un espectador que se deja abandonar -sin moverse de su butaca- en
atajos, pasajes, avenidas, fachadas como participante de una huella ficcional.
Se trata, según el autor, de un espectador (un transeúnte inmóvil) “proclive a
aterrizar en ciudades conocidas y amadas, o ignoradas e inimaginables” (que)
“encuentra especial placer en establecer conexiones entre las casas y pasadizos
registrados por una cámara, hasta dar con el calculado trayecto hacia el
escenario de un crimen o, más a menudo, rumbo al abordaje de un ser amado que,
sin embargo, todavía no se sabe amado o ya es amado por otro”. Es el gesto,
entonces, de abrir un pliegue en que se puedan observar (poner de relieve) las arquitecturas no evidenciadas de la trama fílmica. El mapa cinéfilo-urbanístico que
despliega Tirri en El transeúnte inmóvil releva
espacios como Roma, Berlín, Buenos Aires o México D.F. estimulando lecturas,
explorando nociones, ensayando periodizaciones. Las observaciones pueden recaer
en las texturas ópticas con que Wong Kar Wai “transforma a Buenos Aires en un
espacio alucinado” con Happy Together,
la utilización de Venecia para el emplazamiento de géneros específicos como el
drama romántico y la comedia sentimental a través de la mirada fascinada de los
grandes productores de Hollywood, o la aproximación del concepto de
posmetrópolis a partir del retrato de la ciudad de Mexico entrevisto en el film
Amores Perros. Promueve especial
interés un exhaustivo capitulo dedicado a un puñado de films nacionales (sobre
todo de la década del 40 y el 50) que ilustraron en clave realista la
conformación de los barrios porteños a partir de la inmigración. En El
transeúnte inmóvil, Nestor Tirri delinea un paisaje audiovisual lleno de
rincones y avenidas abiertas, de fugas sentimentales y furores sociopolíticos,
que deja un rastro tanto material como imaginario en la memoria del
lector/espectador.
Reseña publicada originalmente en Revista Haciendo Cine.
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