viernes, 15 de julio de 2016

ENTREVISTA CON MARINO SANTA MARÍA

Por Eduardo D. Benítez

 “Quinquela hizo que Caminito se conociera en el mundo. Yo estoy haciendo que la Calle Lanín se ponga a conocimiento del país. Porque Lanin casi no existía.” En su taller de la ahora famosa calle ubicada en Barracas, el artista Marino Santa María nos recibe y habla de esa obra en constante movimiento que consistió en pintar la fachada de las casas en la calle que lo vio nacer. Se entusiasma, reforzando una explicación casi mítica de esa gesta en comunidad: “Lanín es un término mapuche que quiere decir “casi muerta” o “hundido en las cenizas” en referencia al volcán. Sin saberlo, los vecinos pusieron un pasacalles que decía “gracias por revivir Lanín”.

Después de haber sido rector del Prilidiano Pueyrredón durante siete años (300 docentes, 3000 alumnos) Marino dice que descubrió el placer de la dirección. Esa experiencia decantó en el trabajo de la Calle Lanín, donde tuvo que dirigir a veintiocho personas que colaboraron con su creación artística. Allí le tocó organizar, además, desde el revoque, los fondos de las paredes, el retoque de las molduras, y hasta gestionar la plata para llevar adelante el proyecto. Ni muralismo, ni art Street, ni stencil, ni graffiti; la obra de Lanín pone en marcha un puñado de detalles que le son específicos, consolidando un género artístico identificado como “arte público” o “intervención urbana”. Práctica que, según Santa María, transforma el espacio por donde nos desplazamos y “modifica la calidad de vida”. En la entrevista que sigue, este artista de Barracas profundiza sobre las particularidades de su práctica artística. 

-¿La gente que se acercó a colaborar en el trabajo de la Calle Lanin, era de Barracas o venía de otros lados?

- Era fundamentalmente del barrio. El vecino se acercaba para pedir que le hiciera la fachada. El motivo surgía de una carpeta donde había recopilado mis trabajos. Ellos elegían cuál les gustaba y ese motivo se trabajaba en las casas. Pero la mayoría veía la carpeta y luego me pedía a mí que eligiera. Entonces tuve en cuenta una situación que resultó ser muy posmoderna, que era la fragmentación. Ninguna casa tiene armonía de color con la casa contigua. Porque no quería continuidad sino un quiebre. Esa idea es la que marca una diferencia conceptual, y en los hechos, con Quinquela.  Su obra de Caminito constituye el pensamiento moderno, que es la unidad de color en una calle que era la parte de atrás de las casas. En cambio, la Calle Lanin tiene la lógica del zapping, y se da en el frente de las casas. Pero además hay un dato muy sugestivo, ambas calles (Caminito y Lanín) son curvas, y si uno se para en un extremo no ve la salida de la calle del otro extremo. Estás obligado a recorrerla para experimentarla en su totalidad.

 -¿Qué representa para vos la obra de Quinquela?


- Admiro su obra social y artística. Pero siempre lamento lo que hay metido ahí en Caminito, porque se hizo un museo al aire libre, un museo que se puede atravesar sin sentirse porque está invadido de ventas, además con una feria que va de lunes a lunes. Hay una suerte de conjunción para faltarle el respeto a Quinquela, porque además Caminito es una postal de Buenos Aires, pero en ningún lado dice que eso es obra de un artista. Lo que hizo en La Boca, es un antecedente en el mundo, porque no había calles hechas por artistas en estas dimensiones, y además en contraste con la idea de mural. Lo que aparece es el sentido de “intervención urbana”.

- ¿Cuáles serían las diferencias entre el mural y la intervención urbana?

- Diferencias mayúsculas. Por ejemplo, Quinquela con Caminito hace algo que nunca había hecho. Al poner nada más que colores sobre las paredes hizo una obra abstracta, la figuración desaparece. En mi caso son abstracciones sobre fachadas ya existentes. En el mundo, no había una intervención urbana consolidada de estas dimensiones. Existía Hundertwaasser en Austria donde se hicieron intervenciones en casas “sueltas”, de posguerra. Lo que hace Gaudí en Barcelona no es asimilable, porque está dentro de la arquitectura y es un parque, no una calle entera. Pero una parte fundamental de la intervención urbana es que se trabaja sobre viviendas que ya tienen su historia, sobre las cuales con mayor o menor respeto lo invadís o utilizás. En mi caso, elijo que todas las molduras sean lisas, que no tengan dibujo.

-¿Por qué optás por dejar los marcos así?

-Para conservar el estilo de las casas que, como en todo Buenos Aires, es un popurrí. Esta calle es un resumen de estilos: tenés desde un art nouveau hasta una torre del arquitecto Rodolfo Livingston. Si dibujo encima de las molduras, esa casa que estás viendo queda convertida en un paredón. Si continúo mi dibujo sobre los marcos, desaparecen las ventanas…las persianas y terminás haciendo un gran cuadro. Allí es donde aparece el concepto de mural, ese gran cuadro instalado en la ciudad, en las Iglesias. Significa que ubica al espectador fuera de la obra, porque la idea es ponerlo a reflexionar sobre determinada temática.

-¿Y en Lanín no pasa eso?

- El espectador queda sumado a la obra en Lanín. Además no hay relato, ni temática. Mi idea es la de una situación abierta en la que cada uno puede gozar con lo que ve y no pensar en nada, o puede ponerse a pensar cómo debería estar el casco histórico. 

- ¿Por qué hacés tanto hincapié en que el diseño sea abstracto?

- La raíz abstracta del Pasaje Lanin tiene que ver con un derecho mío de haber nacido en este lugar y de no aceptar que Barracas sea imagen de tango y de obreros. Porque aun aceptando eso, es puro pasado. Hoy no queda ni una fábrica en Barracas. No voy a hablar de cosas que no viví.

-¿Cómo se da la inserción de un tipo de trabajo como el tuyo -las intervenciones urbanas- en el circuito de legitimación del arte?

-El arte en la ciudad tiene algunos problemas y creo que es a causa de no responder al mercado. La fotografía, por ejemplo, tiene salones, jurados, crítica, etc. El arte público hoy en día no tiene casi nada, sólo concursos organizados en la Ciudad. Es cierto que todo esto empezó en San Telmo con los extranjeros que incorporaron el graffiti dibujado con gracia, sus alegorías…porque antes el graffiti era pura letra. Después esto se transforma en necesidad de las empresas o de los gobiernos y se produce una expansión importante del color en la ciudad.

Entrevista publicada originalmente en Revista Telma


No hay comentarios:

Publicar un comentario