domingo, 18 de abril de 2010

EL SEÑOR NATURAL

Robert Crumb y sus historietas sacadas

Por Eduardo D. Benítez

   Si en la década del 50 los beatniks  anticiparon una sensibilidad hippie, Robert Crumb más tarde la parodió hasta el hartazgo. Así como Allen Ginsberg describió en su lamento lírico a las mentes de su generación “destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un pinchazo furioso”;  el creador de comics más alocado de la historia se rió en la cara de su propia época  a través de sus delirados personajes e hizo de esa fatalidad generacional un elemento de sátira constante. 

   Nacido en Filadelfia en 1943, Robert Crumb creció en el seno de una familia disfuncional: en un reducto conservador y católico compuesto por un padre militar y una madre alcohólica, y sus cuatro hermanos. Cuenta la leyenda que desde chicos salían de ronda con su hermano Charles a la caza de discos de música de los años 20 y 30, revistas y comic-books. Este sería el germen de su interés -¿obsesión tal vez?- por el dibujo. Un niño prodigio que le daba duro a la lectura de El Pato Donald de Carl Barks -más tarde revelaría que esta fue su máxima influencia- y que ya auguraba un futuro prometedor produciendo sus propios comics: el Foo, Crumb Brothers Almana en colaboración con sus hermanos. Desde el principio fue un joven rebelde que supo darle la espalda a la revista Rolling Stone y negarse a participar en Saturday Night Live para ser fiel a su pequeño grupo de comiqueros under que se juntaba alrededor de la revista Zap Comix, en la que tuvieron origen sus primeras psicodelias gráficas. Pero ¿Dónde nace el genio Robert Crumb?  En la imaginación de un joven incómodo con el mundo en que vivía que-nada más y nada menos- liberó al cómic norteamericano de ese claustro infantil y de superhéroes que “jamás estacionarán mal su coche”, para hacer estallar en mil pedazos la conciencia bien pensante del ciudadano medio de su tiempo. Si no lo creen, tropiecen ustedes mismos con su legendario personaje Fritz El Gato. 

   A mediados de los sesenta Crumb sale a la cancha con Fritz El Gato, una de sus criaturas más trastornadas. El extremo opuesto de esa figuración humanizada del animalito bonachón y “plopero” que conocemos como Condorito. Es con ese minino irreverente que coquetea con su propia hermana, que hace todo lo que la moral judeocristiana prohíbe hacer, con quien Crumb le da el sopapo definitivo al comic local y abre las persianas oxidadas del underground americano. Con las líneas del gatito Fritz exploró los recovecos más profundos de la imaginación humana: el incesto, la discriminación, el sadismo son temas que en esta tira se retratan sin tapujos.  Una tira que casi hace dar unos pasos atrás a su editor, Harvey Kurtzman (creador de la mítica revista Help), por miedo a que llovieran los juicios o simplemente los metieran a todos en cana si se seguía publicando. Sin embargo el genio de Crumb no se amedrentaba fácilmente y a él que venía rápido, muy rápido se le soltó otro patín y su torrente sanguíneo siguió funcionando por ese mismo caudal delirante hasta dar vida a su otra gran obra maestra Mr. Natural.  

   A finales de unos contraculturales años 60 el amigo Robert, creó este personaje que marcaría la historia mundial del comic. Fue, a su vez,  el personaje que supo mantenerse más presente a lo largo de la carrera de su autor -del 67 al 81-. Mr. Natural es un viejito adorable y embustero que vende sus consejos al mejor postor y recomienda ingestas de LSD como cura de todo dolor espiritual. Con zapatones que doblan el tamaño de sus pies, con una barba blanca que le roza con el suelo, este gurú de segunda no puede estar lejos del desierto por mucho tiempo y se pega unos buenos viajes de humor a costas de la sociedad alternativa que puebla San Francisco en los setenta. El de guía espiritual es un oficio que más adelante lo llevará a tener una oficina con un cartel que reza “deja que Mr Natural piense por ti”. Lleva como estandarte una sabiduría berreta de los tiempos modernos cuyos consejos dejan más bien  en evidencia que es un viejo embustero. Las chantadas de Mr. Natural requerían de un estudio de mercado refinado. Se favorecía sobre todo de esa avidez de los jóvenes de los setenta por encontrar religiones alternativas para saldar cuestiones del espíritu. Tiene dos amigos fieles que lo siguen en sus travesuras: Flakey Foont y Shuman The Human. Con ellos establece esa dialéctica de un Sócrates de cartulina siempre a la búsqueda de aventuras sexuales y disertaciones sobre el sentido de la vida.  Poco refinadas o no, lo cierto es que con sus enseñanzas, este personaje afgano que en el pasado había sido taxista, desactivaba todo ese kit portátil de mística importada de la India que tanto reinaba en la época y lo convertía en parodia. 

   En 1967, luego de que sus fanzines comenzaran a tener cierta repercusión, Robert Crumb se muda a San Francisco donde es testigo del auge del flower power y el amor libre. Mal asociado con la juventud psicodélica de los setenta, si se acercó a ese universo fue siempre para retratarlo en forma de sátira. “Me acerqué a ese mundillo sólo para ver si podía conquistar chicas”. Pero Crumb era un muchachito tímido y retraido y la cosa no resultó fácil. Algo de esto quedaría volcado en su serie de historias Mis problemas con las mujeres (Ediciones La Cúpula), una tira que pertenece a su etapa más autorreferencial. Estas historias contadas en clave de diario íntimo, estarían en sintonía directa con su experiencia con las drogas –en especial LSD y marihuana- que muchas veces oficiaron de inspiración a este joven recién iniciado en el esplendor de “la naturaleza y la libertad”. 


   Hay dos temas privilegiados que caracterizan esa veta autobiográfica: su dificultad para acercarse a las mujeres y su melomanía. Dice Crumb “Cuando escucho música antigua es el único momento en que siento amor por la humanidad”. De hecho uno de los trabajos que le hizo dar el salto a la popularidad es la ilustración de la tapa del álbum Cheap Thrills (1968) de la Big Brother and the Holding Company, banda que tenía como vocalista a Janis Joplin.  No obstante, a pesar de haber hecho trabajos para muchísimas bandas de rock, su verdadero amor por la música está en el jazz de los primeros años. Sobre todo los discos editados en vinilo de 78 rpm, que según el propio Crumb no tienen la carga perversa de la cultura de masas y todavía les era ajena la concepción posterior de la música como mercancía. Toda esta afición por la música se encuentra documentada en Melodías animadas (Ediciones La Cúpula), un volumen que contiene historias imaginadas de maestros de la música, leyendas de algunos pioneros del jazz y sobre todo su relato intimo sobre su colección de discos viejos rescatados del olvido.  Pero…volvamos a su problema con las mujeres, habla Crumb: “tengo hostilidad hacia las mujeres. Lo admito. Pero está dentro mío y tengo que sacarlo”. Con esto fundamenta  el despliegue desprejuiciado de sus obsesiones sexuales que hace a lo largo de las viñetas Mis problemas con las mujeres y Confesiones de Crumb. A partir allí las enemistades llovieron desde varios sectores acusándolo de misógino, racista y más: desde sectores conservadores, hasta colectivos feministas. Es que Robert Crumb incomoda, mete el dedo en la llaga abierta de nuestras pequeñas miserias cotidianas. Parafraseando un bello poema del chileno Nicanor Parra: durante mucho tiempo el comic había sido el paraíso del tonto solemne, hasta que llegó Crumb y se instaló con su montaña rusa, súbanse si les parece, pero nadie garantiza que salgan chorreando sangre por boca y nariz. 

   De todos modos Crumb no está sólo. En el mundo del comic under son miles los dibujantes y guionistas que siguieron sus pasos. Por ejemplo Joe Matt y el gran historietista de la generación X de los noventa Peter Bagge – autor de Hate y con quien Crumb codirigió la revista Weirdo.Viviendo en Paris desde 1991 y con sus 66 años sigue siendo un trabajador obsesivo. Para noviembre de este año la editorial española Cúpula preparó la publicación de su historieta más extensa: la adaptación del génesis de la Biblia. Una obra que le demandó un trabajo de años y en la que asegura haber respetado la versión original todo lo que pudo.  En el prólogo del futuro libro, su autor se defiende de posibles recriminaciones: “Si mi interpretación visual y literal del libro del Génesis pudiera ofender o ultrajar a algunos lectores, lo que me parece inevitable, considerando que el texto es reverenciado por muchos, todo lo que puedo decir es que actué como si fuese un trabajo de pura ilustración, sin intención de ridiculizar o hacer bromas visuales. Dicho esto, se que uno no puede agradarle a todos”.  

   Dice el artista en el documental que lleva su nombre mientras esboza unas viñetas: “si no dibujo un rato me vuelvo loco, me siento depresivo y suicida”. Crumb hizo del comic una manera con la cual pararse en el mundo para poder atravesarlo con su singular mirada, una manera de mantenerse vivo. Es así como un señor convencido de lo que quería decir acerca de este mundo, con un trazo a veces sucio y oscuro, típicamente de estilo underground hizo desfilar a sus criaturas sorteando las barreras de la censura, los juicios y se convirtió en el icono de una contracultura expresada en viñetas. De allí a la eternidad.

Artículo publicado originalmente en Revista THC 26


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