martes, 1 de junio de 2010

ARLT VA AL CINE


Por Eduardo D Benítez

No es una anécdota menor: mientras Ricardo Guiraldes despliega una pluma "de a caballo" ilustrativa de la vida campestre; Roberto Arlt dibuja el derrotero perceptual de la urbe porteña en vías de metropolización. En el mismo año -1926- el primero de estos dos escritores hacía sus intentos de renovar la literatura gauchesca con Don Segundo Sombra y el segundo retrataba un visionario mapa del desarrollo en la vida urbana con El Juguete Rabioso. A partir de allí se gestan y enraízan muchos de los atajos culturales de la sociedad argentina futura.
Entre los varios objetos novedosos que fascinaban a Arlt, indudablemente el cine fue uno de los más significativos: nuevo espacio de sociación, flamante soporte de la imaginación proletaria, superficie sobre la cual proyectar los más bellos rostros humanos para admiración de las masas en ciernes. Esa mirada arltiana sobre el cine tiene un delineado itinerario y de ello da cuenta  Arlt va al cine, el libro que  Patricio Fontana escribió arrojando luz sobre los inicios de la vida cinematográfica en la argentina. Si por un lado el cine es un espectáculo pasajero y  digno de ser cuestionado como un entretenimiento propiamente femenino por algún lector de las aguafuertes; por el otro Arlt confía ciegamente en su potencia universal: “en África he visto a los indígenas de Tetuán reaccionar frente a una película de pistoleros con el mismo entusiasmo que los vecinos de un extramuro porteño. ¡Tan penetrante es la maravillosa universalidad del cine! ¡Tan extraordinaria la identidad de los sentimientos y las pasiones humanas, a pesar del mito de razas o religiones!”. Incluso el cine es tomado como refugio donde escaparle a las rachas de desempleo feroz en los años cercanos al efecto rebote  de la Gran Depresión. En un bello capítulo titulado El cesante Fontana cita un artículo que Arlt escribiera en Diario El Mundo que ilustra lo antedicho:” tres secciones por veinte centavos. Tres horas de olvido y de ensueño por veinte guitas”
Rigurosamente documentado, el libro de Fontana convoca a un Roberto Arlt sensible a las posibilidades de un medio de comunicación emergente, alerta al poder de cohesión social que convoca un simple rostro proyectado en una pantalla y testigo de un arte que -inclusive considerado menor en sus inicios-resultó importantísimo para dar forma a un imaginario de época. 

Reseña publicada originalmente en la sección libros de HC de Junio 2010

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