miércoles, 15 de junio de 2011

ADJETIVOS, COMO BALAS



Ganadora del Premio del Jurado en la sección  “Un certain regard” del festival de Cannes 2009 y de dos premiaciones en la doceava edición del BAFICI, Police, adjective reafirma las marcas estilísticas de un verdadero autor del cine contemporáneo: Corneliu Porumboiu.

Por Eduardo D. Benítez 

“No hay hechos, sólo interpretaciones” dijo un filósofo alemán de cuestionada mordacidad. Sobre los cimientos de esa discusión hermenéutica parece desplegarse una de las escenas cinematográficas más hilarantes del año. Estamos hablando del burlesco que efectúan los protagonistas de Police, adjective cuando discuten sobre las razones éticas que impiden a uno de ellos, el policía Cristi, a encarcelar a un adolescente por convidar marihuana a sus dos amigos. Cristi está convencido de que la ley que pena tamañas nimiedades cambiará en poco tiempo y la situación se presenta tan compleja que El Jefe (el comisario: el gran comediante del film) exhorta a su “subordinado” a consultar en el diccionario las palabras “conciencia”, “ley”, “moral”, “policía” como último recurso pedagógico. En esa batalla semántica la visión del comisario termina eclipsando a la del policía que finalmente - ilustración del mataburro mediante- prosigue con “su caso”. La secuencia entera dura casi veinte minutos en plano fijo. Es una escena de austero humorismo y soberbias actuaciones. Pero a nivel argumental significa el fin del circuito de debate interpretativo y el predominio de un aparato represivo todavía automatizado. La acción transcurre en una pequeña ciudad de Rumania marcada por el monotemático tono gris de las calles, los edificios, e incluso las vestimentas de sus propios pobladores. Esa imagen de urbanidad austera y seriada de los estados post-soviéticos, conocida gracias al trabajo de muchos cineastas de la Europa Oriental como Emir Kusturica o Krzysztof Kieślowski, hoy vuelve reactualizada a través de Police, adjective.


 Hay que señalar –además- que no son muchos los directores que hoy en día se animan a hilar fino en temas coyunturales desde un humor de imperiosa elegancia como lo hace Corneliu Porumboiu. Mucho menos con el rigor estético que este joven director rumano sostiene en sus films. Ya hace unos años nos llegaban los ecos risibles de la extraordinaria Bucarest 12:08 (2006) donde tres señores de barrio discutían en un programa de televisión local sobre la caída de Ceaucescu (en realidad, acerca del carácter revolucionario o no de ese acontecimiento). Pero en Police Adjective se redobla la apuesta en su manera de resemantizar el sketch televisivo a través de un absurdo político que se despliega en largos e intensos planos fijos en el despacho de un jefe policial. Paralelismo pertinente: Porumboiu encuentra el pico de intensidad de sus films a través de esta fórmula de encierro en interiores. Es en ese espacio donde sus personajes negocian al respecto de la significación de las palabras, la lectura de los hechos históricos. Es decir; es allí donde hacen política

  Pero, ¿cuál es la dimensión política tan digna de elogiar en Police, Adjective? La de encender la mecha de una agenda temática con la mayor distancia reflexiva que provee una óptica humorística. Police Adjective escenifica -a través de un posible choque de generaciones- la manera en que continúa operando un velado (pero arraigado) aparato represivo sobre el cuerpo de una sociedad que transita el enmarañado camino hacia las legitimaciones de prácticas sociales que le son nuevas. Habrá que comenzar por contradecir al diccionario.

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