domingo, 15 de abril de 2012

LECTURAS DE PELÍCULA



Como puede comprobar el ocasional paseante que transite por una librería cualquiera, la proliferación de editoriales es cada vez mayor, abriendo un amplio y numeroso abanico de publicaciones. Las hay para todo gusto: de género y estilos diversos, ediciones baratielis y opúsculos de lujo, de importación y tiradas nacionales.

Por Eduardo D. Benítez
 
Una buena nueva de estos últimos meses en el mercado editorial local, es el libro impulsado por la editorial independiente local -de específico y selecto catálogo- Cactus CINE II Los signos del movimiento y el tiempo, el segundo tomo de las clases que Deleuze impartiera entre 1982 y 1983, donde se retoma  la monumental empresa de clasificación de las imágenes y los signos comenzada en los seminarios que recoge el primer tomo (Cine I: Bergson y las imágenes). 

Por estos lares también un sello pequeño comienza a hilar fino en materia cinematográfica con refinadas ediciones y títulos de lujo: Caja Negra. Este año por lo menos dos de las novedades más importantes para el cinéfilo surgieron de sus factorías. Estamos hablando de La revolución es una Eztetyka, el indispensable volumen que reúne los textos (manifiestos, conferencias, críticas) del brasileño Glauber Rocha proponiendo, de paso, una atendible reflexión en retrospectiva sobre los movimientos de renovación cinematográfica de los sesenta y setenta. Otra de las publicaciones a destacar de esta colección es Hachazos, el libro de Andrés Di Tella sobre la figura del cineasta experimental Claudio Caldini. Allí, ambos autores se convocan por medio de cartas, de diarios de bitácora, de pequeños girones reflexivos y de un abundante material fotográfico construyendo un verdadero libro a dos voces. La disposición del libro escrito de manera comunitaria, con una multiplicidad de miradas, de voces y de registros de escritura también vino por el lado de la península ibérica cuando Errata Naturae se dignó a publicar el necesario libro que compilaron el crítico norteamericano Jonathan Rosenbaum y el australiano Adrian Martin, Mutaciones del cine contemporáneo. Publicado originalmente en inglés con el título Movie Mutation, el libro propone una lectura no lineal, con muchos zigzagueos entre la confesión cinéfila de cada escriba (sobre todo en los capítulos epistolares) y la reflexión sobre el estado (producción, estéticas nacionales, el arribo de internet al cine) del cine contemporáneo. Un libro indispensable que desborda el breve comentario en clave de balance que aquí se pueda hacer sobre él. Finalmente, desde España también llegó una obra, lúdica, atrevida y sesuda en su propuesta: Filosofía zombi de Jorge Fernández Gonzalo. Finalista del Premio Anagrama de Ensayo, el libro tal vez redunde más en temas como las sociedades de control, la biopolítica y en disertaciones filosóficas que el séptimo arte propiamente dicho. Pero el telón de fondo construido por un jugoso corpus de cine de muertos vivos, convierte al conjunto en algo más que una hazaña filosófica y rebasa su propuesta para erigirse como un compendio de política(s) del cine.

 Por el lado de la ficción las cosas también estuvieron interesantes. Hagamos, como arriba, un caprichoso recorte de cinco joyas que pudieron pasarse por alto durante el año, pero que todavía pueden nutrir la lectura estival. No habría que desestimar el rescate/descubrimiento para el lector local, que hizo Eterna Cadencia, de la excepcional escritora irlandesa Claire Keegan. Después de haber publicado dos de sus libros (Recorre los campos azules y Antártida), la editorial sumó este año Tres luces, una novela sobre una niña que experimenta el cambio de la vida rural al de la ciudad cuando tiene que hospedarse en casa de unos parientes, contada con una prosa exquisita que devela las acciones con la dosis de sugerencia justa. Si de descubrimientos hablamos no se puede pasar por alto la descarnada y visceral novela Sascha, de la rusa Alina Bronsky (Blatt & Ríos). A través de un personaje conmovedor que corresponde a la adolescente que da título al libro, se retrata una cruda situación de inmigración rusa en una Alemania algo xenófoba y expulsiva. También brilló, a modo de punteo para cerrar, Vicio Propio la última novela del norteamericano Thomas Pynchon,  el libro del argentino Cesar Aira Festival y recién saliditos del horno, los relatos autobiográficos en clave de reviente british de Julian Maclaren-Ross Noches en Fitzrovia.

Reseña publicada originalmente en Revista Haciendo Cine.

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