Guía
práctica del tropicalismo. Con Tropicália,
el documentalista Marcelo Machado ofrece un recorrido intenso a través del movimiento
cultural surgido en Brasil en los años sesenta, que nucleó a artistas como
Caetano Veloso, Gilberto Gil, Rita Lee, Helio Oiticica y Tom Zé.
Por Eduardo D. Benítez
Cuarenta años después de las influyentes expresiones
del modernismo brasileño -aquel puñado de artistas organizados alrededor de la
Revista Antropofagia que capitaneaba Oswald de Andrade- el movimiento Tropicália se asume como un
segundo momento vanguardista importante de la región, que condensa búsquedas
estéticas locales en diálogo con el halo
rockero que provenía de Europa y Estados Unidos. Aunque, las coordenadas
sociales y políticas eran bien distintas, había una clara intención de canibalizar estéticas foráneas (la
psicodelia o el funk, por ejemplo) para que, en la confluencia con los géneros
locales, se creara algo inédito. El contexto de
producción del disco colectivo que funcionó como manifiesto (Tropicália ou Panis et Circencis), es el Brasil de
una
década del 60 revulsiva, atravesada por gobiernos dictatoriales que promovía la
difusión de música marcadamente nacionalista y únicamente acústica. Lo
eléctrico era observado como una amenaza extranjera. Este movimiento no se
restringía al plano musical. De hecho, el nombre de esa obra musical que reunía
a Os Mutantes, Gal Costa y Gilberto Gil por ejemplo, había sido tomado de una
muestra del artista plástico Helio Oiticica; y la participación
del poeta Torquato Neto había sido fundamental para la composición de las
letras.
Es a partir de la complejidad intrínseca del movimiento tropicalista,
que el documentalista Marcelo Machado comenzó a interesarse y hacer foco en
esta época para hacer su película, Tropicália.
En diálogo con HC, el director comenta: “yo
tenía 10 años cuando Caetano Veloso cantó “Alegría Alegría” en el Festival de
la TV Record en 1967. Los festivales y otros programas musicales ocupaban el
horario principal de la televisión y eso me parecía muy excitante. Las ropas,
los pelos, la actitud de aquel grupo bahiano hablando de Brasil de una manera
que yo no conocía. De adolescente, la música era también el centro de mis
atenciones con el pop-rock y Los Mutantes, ocupando una especie de lugar de
honor en mi panteón. Mucho tiempo después, cuando empecé a hacer documentales,
especialmente viajando para divulgar mi primer largometraje Ginga, entendí el
interés que la música de mi infancia/adolescencia despertaba en otros jóvenes
alrededor del mundo. Y después de treinta años de ese momento, comencé a pensar
en el asunto.”
En la mirada retrospectiva de Marcelo Machado, el
tropicalismo es narrado a partir de su muerte. Un extenso flashback que
comienza con las imágenes de un programa televisivo de 1969 donde se los
escucha a Caetano Veloso y a Gilberto Gil, ya exiliados en Lisboa, pasando el
parte de defunción: “el tropicalismo ya no existe más como movimiento”. A
partir de allí del documental recorrerá una línea temporal hacia atrás, dando
cuenta de las anécdotas surgimiento, los puntos de inflexión y las tensiones de
la época que darían origen a una de las más importantes vanguardias artísticas
de Latinoamérica. Porque en esa mezcolanza
misteriosa -la que se proponía poner en tensión los ritmos afrobrasileños y la
expresividad del sertão con la estridencia del rock y la cadencia del jazz - germinaba un gesto
estético-político que sintetizaba modernidad y tradición de la manera más
efervescente. Por supuesto, que todo esto iba a ser puesto en discusión. Los
debates acerca del impacto del movimiento sobre la realidad, no se hicieron
esperar. Eran los años en que la dictadura militar tomaba más vigor y el
pensamiento reaccionario que la sostenía no festejaba precisamente las
producciones de este grupo de jóvenes
revoltosos. La respuesta a esos Años de Plomo (los estudiantes movilizados
y los trabajadores) tampoco se entregaban ociosos al caudal que proponía el
tropicalismo, dado que se asumía como una expresión cultural que se intentaba
recuperar lo popular pero de manera crítica y se suponía que esto, de alguna
manera, alejaba a las masas de su potencial revolucionario. Son todas estas
condiciones de época las que se propone recuperar y examinar Machado para
narrar el tropicalismo. El documental está compuesto por un trabajo minucioso en
lo que respecta al material de archivo, a la selección de testimonios. Se
observa la existencia de un importante trabajo de post producción en una obra
que busca su propia manera de decir, específicamente en el proceso de montaje. Nos
cuenta Machado; “para Tropicália tuve un
equipo chico pero muy dedicado. Había una investigadora en Sao Paulo (Eloá
Chouzal) y otro en Rio de Janeiro (Antonio Venâncio). Pasamos casi dos años
buscando archivos oficiales y domésticos. Yo también me envolví en la
investigación, a veces tocando el timbre de la casa de la viuda de algún
fotógrafo de época en búsqueda de negativos. Con el material en mano, montamos
(yo y mi asistente Fernando Honesko) una primera versión cronológica de todo lo
que habíamos encontrado y tenía más de 5 horas de duración. Fuimos reduciendo
esa pre-edición y, cuando empecé a tener clara la historia que iría a contar,
junté 15 minutos del mejor material encontrado de cada artista y recogí sus
declaraciones asistiendo a eso. Había muchas imágenes que ellos nunca habían
visto y eso generó mucha emoción.”
-En la manera de narrar, se nota una clara intención de contar la
historia de una manera que evite el formato del clásico documental televisivo.
¿Cómo llegaron a encontrar esos procedimientos narrativos?
El recorte estaba establecido desde el principio -1967, 1968 y 1969- ni
un año antes y ni un año después. Todo pasó muy rápido y era importante mostrar
eso: el movimiento empieza, viene la censura y la represión y se termina la
fiesta. Había también tomado la decisión de usar el máximo de material de la
época, sabiendo incluso que muchos momentos de esa historia no existían, porque
no fueron filmados o porque se perdieron en la dictadura militar o aún porque
simplemente no fueron conservados. Con las declaraciones grabadas comenzamos a
cerrar la película, trabajando en el montaje final en paralelo al trabajo de
arte que tiene, en el film, una función narrativa. O sea, lo que no habíamos
encontrado en las investigaciones de archivo lo creamos animando fotos o con
recursos gráficos. Eso generó la argamasa que junta todos los ladrillos de la
memoria audiovisual y estableció un lenguaje para el documental.
-El mismo año de estreno de Tropicália, se estrenaron otros films que
abordaban el tema. ¿Creés que hay algún interés especial por revisar los años
del movimiento tropicalista por parte del público brasileño?
Sí, hubo eso. El hecho es que nosotros, los documentalistas, no somos
genios creadores pero sí somos antenas que captan los hechos y las buenas
ideas. Y cuando la idea es realmente buena y tiene sentido en su tiempo
difícilmente es captada por una sola antena. Ella está en el aire, es parte del
zeitgeist, del espíritu del tiempo.
Si vos no la contás, alguien va a contar esa historia en tu lugar.
Nota publicada originalmente en Revista Haciendo Cine.
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