martes, 10 de noviembre de 2015

VEREDA TROPICAL



Guía práctica del tropicalismo. Con Tropicália, el documentalista Marcelo Machado ofrece un recorrido intenso a través del movimiento cultural surgido en Brasil en los años sesenta, que nucleó a artistas como Caetano Veloso, Gilberto Gil, Rita Lee, Helio Oiticica y Tom Zé.

Por Eduardo D. Benítez

Cuarenta años después de las influyentes expresiones del modernismo brasileño -aquel puñado de artistas organizados alrededor de la Revista Antropofagia que capitaneaba Oswald de Andrade-  el movimiento Tropicália se asume como un segundo momento vanguardista importante de la región, que condensa búsquedas estéticas locales en diálogo con el halo rockero que provenía de Europa y Estados Unidos. Aunque, las coordenadas sociales y políticas eran bien distintas, había una clara intención de canibalizar estéticas foráneas (la psicodelia o el funk, por ejemplo) para que, en la confluencia con los géneros locales, se creara algo inédito. El contexto de producción del disco colectivo que funcionó como manifiesto (Tropicália ou Panis et Circencis),  es el Brasil de una década del 60 revulsiva, atravesada por gobiernos dictatoriales que promovía la difusión de música marcadamente nacionalista y únicamente acústica. Lo eléctrico era observado como una amenaza extranjera. Este movimiento no se restringía al plano musical. De hecho, el nombre de esa obra musical que reunía a Os Mutantes, Gal Costa y Gilberto Gil por ejemplo, había sido tomado de una muestra del artista plástico Helio Oiticica; y la participación del poeta Torquato Neto había sido fundamental para la composición de las letras.   
 Es a partir de la complejidad intrínseca del movimiento tropicalista, que el documentalista Marcelo Machado comenzó a interesarse y hacer foco en esta época para hacer su película, Tropicália. En diálogo con HC, el director comenta: “yo tenía 10 años cuando Caetano Veloso cantó “Alegría Alegría” en el Festival de la TV Record en 1967. Los festivales y otros programas musicales ocupaban el horario principal de la televisión y eso me parecía muy excitante. Las ropas, los pelos, la actitud de aquel grupo bahiano hablando de Brasil de una manera que yo no conocía. De adolescente, la música era también el centro de mis atenciones con el pop-rock y Los Mutantes, ocupando una especie de lugar de honor en mi panteón. Mucho tiempo después, cuando empecé a hacer documentales, especialmente viajando para divulgar mi primer largometraje Ginga, entendí el interés que la música de mi infancia/adolescencia despertaba en otros jóvenes alrededor del mundo. Y después de treinta años de ese momento, comencé a pensar en el asunto.”

En la mirada retrospectiva de Marcelo Machado, el tropicalismo es narrado a partir de su muerte. Un extenso flashback que comienza con las imágenes de un programa televisivo de 1969 donde se los escucha a Caetano Veloso y a Gilberto Gil, ya exiliados en Lisboa, pasando el parte de defunción: “el tropicalismo ya no existe más como movimiento”. A partir de allí del documental recorrerá una línea temporal hacia atrás, dando cuenta de las anécdotas surgimiento, los puntos de inflexión y las tensiones de la época que darían origen a una de las más importantes vanguardias artísticas de Latinoamérica.  Porque en esa mezcolanza misteriosa -la que se proponía poner en tensión los ritmos afrobrasileños y la expresividad del sertão con la estridencia del rock y la cadencia del jazz - germinaba un gesto estético-político que sintetizaba modernidad y tradición de la manera más efervescente. Por supuesto, que todo esto iba a ser puesto en discusión. Los debates acerca del impacto del movimiento sobre la realidad, no se hicieron esperar. Eran los años en que la dictadura militar tomaba más vigor y el pensamiento reaccionario que la sostenía no festejaba precisamente las producciones de este grupo de jóvenes revoltosos. La respuesta a esos Años de Plomo (los estudiantes movilizados y los trabajadores) tampoco se entregaban ociosos al caudal que proponía el tropicalismo, dado que se asumía como una expresión cultural que se intentaba recuperar lo popular pero de manera crítica y se suponía que esto, de alguna manera, alejaba a las masas de su potencial revolucionario. Son todas estas condiciones de época las que se propone recuperar y examinar Machado para narrar el tropicalismo. El documental está compuesto por un trabajo minucioso en lo que respecta al material de archivo, a la selección de testimonios. Se observa la existencia de un importante trabajo de post producción en una obra que busca su propia manera de decir, específicamente en el proceso de montaje. Nos cuenta Machado; “para Tropicália tuve un equipo chico pero muy dedicado. Había una investigadora en Sao Paulo (Eloá Chouzal) y otro en Rio de Janeiro (Antonio Venâncio). Pasamos casi dos años buscando archivos oficiales y domésticos. Yo también me envolví en la investigación, a veces tocando el timbre de la casa de la viuda de algún fotógrafo de época en búsqueda de negativos. Con el material en mano, montamos (yo y mi asistente Fernando Honesko) una primera versión cronológica de todo lo que habíamos encontrado y tenía más de 5 horas de duración. Fuimos reduciendo esa pre-edición y, cuando empecé a tener clara la historia que iría a contar, junté 15 minutos del mejor material encontrado de cada artista y recogí sus declaraciones asistiendo a eso. Había muchas imágenes que ellos nunca habían visto y eso generó mucha emoción.”

-En la manera de narrar, se nota una clara intención de contar la historia de una manera que evite el formato del clásico documental televisivo. ¿Cómo llegaron a encontrar esos procedimientos narrativos?  

El recorte estaba establecido desde el principio -1967, 1968 y 1969- ni un año antes y ni un año después. Todo pasó muy rápido y era importante mostrar eso: el movimiento empieza, viene la censura y la represión y se termina la fiesta. Había también tomado la decisión de usar el máximo de material de la época, sabiendo incluso que muchos momentos de esa historia no existían, porque no fueron filmados o porque se perdieron en la dictadura militar o aún porque simplemente no fueron conservados. Con las declaraciones grabadas comenzamos a cerrar la película, trabajando en el montaje final en paralelo al trabajo de arte que tiene, en el film, una función narrativa. O sea, lo que no habíamos encontrado en las investigaciones de archivo lo creamos animando fotos o con recursos gráficos. Eso generó la argamasa que junta todos los ladrillos de la memoria audiovisual y estableció un lenguaje para el documental.

 -El mismo año de estreno de Tropicália, se estrenaron otros films que abordaban el tema. ¿Creés que hay algún interés especial por revisar los años del movimiento tropicalista por parte del público brasileño?   

Sí, hubo eso. El hecho es que nosotros, los documentalistas, no somos genios creadores pero sí somos antenas que captan los hechos y las buenas ideas. Y cuando la idea es realmente buena y tiene sentido en su tiempo difícilmente es captada por una sola antena. Ella está en el aire, es parte del zeitgeist, del espíritu del tiempo. Si vos no la contás, alguien va a contar esa historia en tu lugar.


 Nota publicada originalmente en Revista Haciendo Cine.



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