martes, 1 de febrero de 2011

EL ARTISTA DESCAMISADO



El Bicentenario en imágenes según la mirada del artista plástico Daniel Santoro. El peronismo más imposible: el que pone en escena al mundo de los trabajadores a través de las artes visuales. Proscripción estética. Estos son algunos de los tópicos que se esbozan en la nota que sigue.

Por Eduardo D Benítez

Constructor de una nueva imaginería dentro de las artes visuales argentinas, Daniel Santoro deja bien en claro que aquel “mundo peronista” cimentado en sus cuadros se lo toma muy en serio: una gran habitación ocupada por una maqueta que representa la ciudad imaginaria –en sus puertas la estatua gigante de un descamisado sale a nuestro encuentro- donde artista y familia sueñan mundos posibles, puede dar fe de esa realidad. Pero no sólo en esta descripción pintoresca radica el compromiso con un mundo representacional largo tiempo reprimido: el universo simbólico que forjó el peronismo hasta que el golpe de estado del 55 le cerró el paso a esas epopeyas, incluso con un decreto ley. La de Santoro no es sólo una mirada nostálgica hacia ese pasado no resuelto, sino que -convocando varios discursos que van desde el cábala a la cosmogonía china- permite pensar mitologías presentes con referencias pasadas concibiendo una estética ecléctica y propiamente latinoamericana. Algo de esto es lo que puede verse en su cuadro Campo ideológico en el que la posición justicialista adquiere un movimiento pendular entre una columna izquierda y otra derecha, o en vincular la tercera posición del peronismo con la noción de vacío acuñada por la tradición milenaria china. Así como sucede con el movimiento político invocado en sus cuadros, se hace imposible ponerle al trabajo de Daniel Santoro una carátula, un casillero donde esbozar interpretaciones fijas. Su trabajo halla la máxima vitalidad en el hecho de ser dinámico y por eso, profundamente inclasificable y político.  

Raíces estético-biográficas de un niño peronista

-          ¿Cómo y cuándo surge tematizar el peronismo?

-          En mi búsqueda lo que siempre aparecía era el tema de la militancia en los 70 como una especie de cuenta pendiente. Sobre todo al preguntarme qué fueron esos años para cada uno. Todo esto en un contexto de discusión con viejos amigos o enemigos que con el tiempo terminan convirtiéndose en amigos entrañables. Yo empecé haciendo cuadernos con bocetos en los bares, nutriéndome de las conversaciones con Horacio González, con Elvio Vitale, sobre todo en el café “La Paz”, en la calle Corrientes, que es donde más circulé siempre. Allí empieza a aparecer un tema recurrente que es el peronismo y aparece en forma de un cuaderno que después edité como El manual del niño peronista, que ahora tiene como quince tomos. 

-          ¿Qué cosas te sedujeron del peronismo para volcarlo en tu obra?

-          Primero que era un lugar prohibido.  Más que nada por el prejuicio, más allá de que fuera prohibido en su momento por un decreto. Pero fue también prohibido desde el mundo del arte. En el arte había que tener un juicio previo sobre el fenómeno del peronismo, como si al no tener ese prejuicio se produjera un vacío de sentido. ¿Cómo podes hacer una pintura que hable del peronismo sin juzgarlo con cierta dureza? Ese es el sentido común que el mundo de la cultura tiene al hablar del peronismo.


      ¿Cuál fue la reacción que producía tu obra cuando empezaste?

-          De todo tipo, pero sobre todo reacciones muy viscerales. Despertaba tanto gorilismos terribles como adhesiones muy emotivas.

-          Me imagino que ver ese efecto perturbador en el público te instó a seguir tu producción por esas vías, ¿no?

-          Claro…porque para el mundo de la cultura esos cuadros eran un problema. Si vos haces una pintura que haga referencia al peronismo sin juzgar, no entrás al gran mundo de la cultura. Cuando hice mi primera muestra, Un mundo peronista, generó un montón de quilombos. Entre otras cosas, vino Jorge Glusberg que era el director del Museo de Bellas Artes y señaló a mi pintura como neo kitsch, es decir que ya tenía un juicio previo de cómo encasillarla.  Claro...la palabra kitsch es una clasificación degradatoria. Como si te dijeran que estando en el neo kitsch, existís pero no en primera A sino en primera B. 

-          ¿Y cómo te sentías cuando aparecen esas clasificaciones a priori?

-          A mí siempre me motiva. Porque también me gusta ser un provocador y me parece que el arte tiene esa tarea. Uno puede pintar a Eva, a Perón si querés… pero pintar el edificio de la CGT tan presente como aparece en mi pintura, es entrar en el territorio de la catástrofe estética para estos críticos de arte! (risas) No lo pueden soportar. 

-          ¿Por qué crees que irrita tanto?

-          No se…porque en realidad no es nada grave: es el mundo de los obreros. Pero en el mundo de la cultura eso no se lo bancan. Es muy extraño porque en estos últimos diez años mi obra se fue constituyendo como una provocación en el mundo del arte, pero al mismo tiempo está instalada. Hay una doble visión: una incomodidad y al mismo tiempo cierto gusto. Hubo un gran disparador cuando sacaron una nota en una revista inglesa, Modern Painters, que decía “por fin vemos algo que parece pintura propiamente argentina”. Eso fue un llamado de atención para la gente de acá. 

-          ¿Tiene que existir siempre esa mirada desde afuera para legitimar la producción local?

-          Pareciera que sí. Históricamente es muy difícil que tengamos un juicio propio que diga “esto es genuino, lo vamos a querer porque es nuestro”. Eso nunca sucedió en la Argentina en el arte. 

-          ¿Por qué crees que tiende a tildarse de irónico al arte que habla del peronismo?

-          Es como si se necesitara que mi visión fuera irónica para que pueda ser aceptada, pero la verdad es que no es irónica para nada. Más bien es celebratoria. Creo que no se tolera que las cosas que digo con mi pintura, las diga en serio. Si pinto la CGT es en serio, no es porque me estoy cagando de risa de eso.

Después del pop, nosotros “latinoamericanizamos”

-          ¿Cuál te parece que sería la propuesta conceptual de tu obra?

-          Si es que hay una, sería la construcción de una nueva iconografía sobre la iconografía del peronismo. Es ponerle una carga estética a las imágenes que generó el peronismo de la mano de algunos personajes icónicos de ciertas leyendas, como La mamá de Juanito Laguna, El descamisado Gigante… 

-          ¿Qué simbolizan estos personajes?

-          Y…por ejemplo el descamisado gigante es la metáfora de la pobreza encarnada, crece después del 55 y pierde la capacidad de habitar las casas, se convierte en una amenaza, una especie de Golem que amedrenta a las grandes ciudades. El peronismo aparece también como un malón o como un Centauro descamisado, esa visión zoológica y racista que se tiene del “negro peronista”. Simbolizan todas esas cosas que son inconfesables con las cuales se descalifica al peronismo. 

-          ¿Qué propiedades plásticas te sedujeron del mundo peronista para ponerte a laburar con eso?

-          El peronismo genera  un imaginario de una riqueza impresionante, genera cultura visual. Si el peronismo es una invención política, hay una especie de segunda tarea que es la cultural, que está más allá de lo político. De todas formas, no produjo una política propia de la imagen, como el “New deal” norteamericano o el realismo socialista, sino que fue más lábil. Tuvo una capacidad enorme de apropiación: del imaginario socialista, del imaginario de Roosevelt. A partir de eso armó una ensalada de formas eclécticas, donde es difícil encontrar un solo aspecto identificatorio. Latinoamérica siempre usó maniobras apropiativas, ya sea de los pueblos originarios o de lo que venía de Europa, porque no había otros recursos. 

-          ¿Cuál sería entonces la forma propiamente argentina o latinoamericana?

-          Existe una capacidad de apropiación de las formas, que es el alma del barroco latinoamericano. Muy al contrario de lo que sucede con la mirada erudita, que tiende al minimalismo y evita el barroco. Es una mirada purificadora. Nosotros, los argentinos, que históricamente nos sentimos tan europeos, tenemos la puerta abierta hacia una estética latinoamericana la a través del peronismo.

Genealogía del arte argentino

-          ¿Cuándo comenzaría el arte propiamente argentino?

-          Creo que empieza con Pellegrini, con todos los pintores viajeros, con León Palliere, con Morel, que fue uno de los grandes que empezó a pintar temas nacionales con una mirada sobre el campo argentino…  Prilidiano Pueyrredon  fue el que más logró eso, aunque con una mirada afrancesada, pero tenía una visión muy genuina sobre el territorio nacional. De todas formas, hasta principios del siglo XX considero que no hubo nada realmente consistente. 

-          ¿Y en ese momento que sucede?

-          Aparecen todos los que venían formados en Italia: Sívori, Della Valle, todos los pintores trasladados de la escuela del realismo italiano a la Argentina. Si uno ve algunos Salones de pintura italiana de fines del Siglo XIX, se nota una gran relación con todas las pinturas famosas que los argentinos valoramos, como “Sin pan y sin trabajo” de Ernesto de la Cárcova. Con el tiempo, en la década del ‘20 y del ’30, se constituye algo más sólido, que es la Escuela de Pintura Argentina. Daneri, Victorica, Tiglio, son todos los que empiezan a girar alrededor de los atelieres de La Boca.

-          ¿Con esta generación se forma una mirada más nacional? 

-          Sí, hay un sentimiento de pertenencia, una especie de camino propio. Fortunato Lacámera, por ejemplo, en esa época ya estaba pensando como argentino, a pesar de ser italiano, mirando seriamente nuestros problemas.

-          ¿Te parece que hay artistas olvidados dentro de la historia del arte argentino?

-          Si, por ejemplo Gorriarena, un gran pintor que el mundo del arte siempre trató con mucha distancia. Fue mirado con mucha desconfianza por ser un pintor “raro” que no venía de ningún centro emisor homologable, como Europa o EEUU. Un pintor muy de acá, muy nuestro y casi olvidado. Ahora por suerte Carmen Guarini hizo una película sobre él, tal vez se difunda más su obra.

-          ¿Quién crees que es el gran pintor argentino?

      Sin lugar a dudas, Berni. Además de tener una visión local, tuvo una mirada internacional. Está alerta en los dos lugares al mismo tiempo, no era un tipo cerrado en sí mismo. Considero que hasta el día de hoy, ha sido infravalorado. Es un pintor que ha sabido ver lo nuestro.

-          ¿Que constituye “lo nuestro”?

-          Es una cosa extraña, sobre todo en nuestro caso particular ya que hemos despreciado nuestra pertenencia. Nuestro acto fundante en el mundo cultural podríamos tomarlo de la frase de Sarmiento: Civilización o Barbarie. Ese es nuestro esquema básico de trabajo: o somos civilizados o somos bárbaros. Para ser civilizados hay que eliminar a los barbaros, ignorarlos. De todas maneras, eso que se designó como “barbarie” siempre emerge, por eso es linda la idea de “la vuelta del malón”. En el mundo cultural, siempre hay un malón volviendo. 

Entrevista publicada originalmente en Revista 2010 de Mayo 2010

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