viernes, 1 de abril de 2011

PLACEBO DE JOSÉ MARÍA BRINDISI



Hay que tener una respiración bien entrenada para no perder el aliento leyendo Placebo, el último libro de José María Brindisi. Porque la novela entera es un flujo constante de oraciones subordinadas, un tejido de comas y puntos que avanza a pasos de gigante y no cede en su ritmo avasallante hasta el final.  Y esa prosa que no descansa nunca, que posee la cualidad de un frenesí imparable guarda una íntima correspondencia con la lógica de una psiquis en estado de ebullición como la de Becerra, el héroe de esta nouvelle de 99 páginas. 

 Empresario, burgués atravesado por el asomo de la edad “madura”, el lector irá acompañando al protagonista en su visión algo descarnada del propio mundo que lo rodea: la memoria de un agónico amigo,  el sinsabor de la compañía de una esposa que ya no soporta, los encuentros dietarios con su amante. El entorno que enmarca el relato es una casa de fin de semana en un Isla del Tigre, lugar que no se duda en identificar como un espacio de oxigenación. Sin embargo, el misántropo Becerra irá percibiendo progresivamente su diáspora estival como un pequeño infierno privado. Porque se trata de imponer cierto paralelismo (¿o contraposición?) de acciones en la dinámica narrativa: el pivoteo de Becerra entre la neurosis urbana de Buenos Aires y  la distención de la casa insular; la sensatez en la praxis del personaje y el desquicio que corre por vía subterránea; pura escritura desbordada y relato que sugiere intrigas, la memorabilia melancólica desafiando a un “aquí y ahora” que augura desenlaces trágicos. Si es posible el oxímoron: una novela placenteramente asfixiante.

Reseña publicada originalmente en Revista Haciendo Cine.

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