sábado, 20 de agosto de 2011

CAPITALISM A LOVE STORY DE MICHAEL MOORE




Michael Moore -ese hombre solitario con su cámara- hace Capitalism, A love story, un trabajo de investigación que se propone desnudar los chanchullos de Wall Street. Un disperso pero contundente trabajo. 

Eduardo D. Benítez

Mientras vemos cómo rodea los principales edificios crediticios de Nueva York con una faja de seguridad que reza “escena del crimen”, la voz off de Michael Moore se despide de su film con una advertencia al espectador: “realmente ya no puedo hacer más esto, a menos que ustedes que están viendo esto, quieran unírseme. Espero que lo hagan. Y, por favor, apresúrense” Luego de dos horas de una película de denuncia directa y registro “urgente”, esa declamación parece redundante. Pero para quien intenta ser pedagógico, el arte de la redundancia no se le presenta como un desacierto sino como una ventaja. Y no caben dudas de que uno de los propósitos que tiene Michael Moore con sus películas es educar. ¿Educar acerca de qué? Acerca de ciertas cuestiones de la economía global, de grandes porciones de la población mundial vulneradas por perversas decisiones político-económicas. Pero Michael Moore también parece educarse a sí mismo, porque el gordito filmmaker –que a la sociedad norteamericana le resulta un combativo radicalizado- ha sabido multiplicar sus recursos narrativos a lo largo de su filmografía. Muestra de ello es el inmenso material de archivo, cifras y declaraciones inéditas que ayudan a consolidar su crítica al sistema capitalista. Un sistema que sostuvo ruedas hipotecarias que condujeron a catastróficas crisis habitacionales, que históricamente se obstina en erigir la importancia del libre mercado al nivel de deidad, donde la deuda humana que produjeron esas decisiones del poder económico todavía se está pagando. Por Capitalism…. desfilan los testimonios de varias familias que quedaron literalmente en la calle debido a un sistema de endeudamiento feroz de los bancos. 

 Tal vez tenga algunas falencias narrativas por el modo meramente acumulativo y algo desprolijo de presentar sus materiales de archivo. A la imágenes bochornosas de Ronald Reagan y George Bush en spots publicitarios o discursos, se le yuxtaponen las denuncias a un sistema bancario que opera casi como organización criminal, o a grandes empresas monopólicas (General Motors, Wal Mart) que piden intervención estatal sólo cuando sus cuentas están en rojo.

Nuestro Lanata Norteamericano (¿o era al revés?) registra un cataclismo económico que nadie imaginaba pero que -sin embargo- no alcanza para agitar las conciencias de los políticos de turno respecto de un cambio de timón acerca del estado del mundo, a pesar de que sobre el final del film hay un clima de victoria sostenido por la banda de sonido y la mirada esperanzada de Moore. Es el momento en que se ocupa de hablar del período correspondiente al presidente Obama, donde ensaya un duelo feliz del capitalismo y del neoliberalismo, y augura una sociedad mucho menos desigual. Al día de hoy esas afirmaciones pertenecen más al orden de la futurología que al de la realidad. Insertando el tema dentro del contexto del cine y parafraseando al filósofo Slavoj Zizek se puede decir que Hollywood (¿por ende E.E.U.U.?) puede imaginar miles de catástrofes mundiales posibles, pero nunca el final del capitalismo.

  De todas maneras Capitalism, A Love Story alcanza lo que se propone, que es alertar sobre la producción sistemática de miseria humana. Por eso, si la cámara de cine tal vez ya no pueda ser considerada como un arma -como afirmaban las vanguardias cinematográficas de los sesenta que soñaron con una gran gesta latinoamericana- por lo menos puede transformarse en una valiosa herramienta para procesos comunicativos de alcance inmediato.

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