Por Eduardo D. Benítez
"A mí me gusta acá. Fotografiar
lo que está cerca. Pintar mi aldea y ser universal. Me gusta la obviedad. Las
frases hechas: mi barrio es mi mundo", dice Marcos Lopez y parece
regalarnos una iluminada síntesis de su vida y su obra. Hay que decir que ese
"acá" hace honores a los barrios del sur con su ecléctico anclaje en
San Telmo y sobre todo Constitución: tal vez el escenario más propicio para
desplegar su retórica excedida de colores vivos, texturas que le arrebatan al
cartón, al plástico, la comida "chatarra" o manufacturada, una cuota
lírica indispensable. Un barroco de trinchera sudaca que hubiera enorgullecido
a nuestro poeta Nestor Perlongher. "Constitución
es el epicentro de la gran América: mestiza, cobriza, negra, altiplana, gringa,
aymara, quechua, cumbianchera, transexual, peronista, sanmartianiana, boliviana
y bolivariana”, continúa el fotógrafo argentino y confiesa que siempre
intenta transitar por ese barrio sea cual fuere el destino de su viaje: “me invento el camino para tener que pasar
por Constitución. Me energiza, me nutre.”
- Mirá…yo soy de Santa Fe y vine a vivir a Buenos Aires en el año 82. Fue al comenzar la democracia, y era una época interesante por cierto sentimiento de libertad artística que se vivía después de Malvinas. En ese contexto conocí el Estudio Giesso en San Telmo, donde había muestras de pintura y conocí también a una persona importante como influencia artística que es Liliana Maresca. Ella vivía en Tacuarí y Chacabuco, y yo iba mucho a esa casa porque se hacían encuentros con artistas. Además íbamos al Restaurante Lezama, un lugar donde a mí siempre me gustó comer.
-¿Cuánto tiempo hace que vivís en el
barrio?
-Diez
años, cuando me compré una casa en la calle Finochietto. Me gusta mucho vivir
acá: el clima de barrio, el hecho de que no pasan muchos autos, el empedrado. Lo
único malo, es que me parece un poco sucio San Telmo…
-¿Considerás que San Telmo es un
motor o un espacio “ideal” para desarrollar tu práctica artística?
-Si,
al tener una casa grande, antigua y con
techos altos, puedo hacer mis fotos acá. Muchas de mis producciones
fotográficas las hice acá creando, además, decorados y escenografías. Yo había
dejado de hacer fotos en la calle y hace un tiempo me dio ganas de volver a
hacer fotos documentales en Parque Lezama…
Sin embargo el propio autor prefiere darle a
sus fotos una apreciación más contundente y trascendental, un giro autorreflexivo
inspirado en una dinámica menos porteña y más latinoamericana: “mi estética es barroca y churrigueresca. Pintura colonial cuzqueña mezclada
con la vibración fosforescente de los murales psicodélicos que decoran
las paredes en los cabarets de Iquitos. Luz Negra, Amazonas, sangre, ayahuasca,
sudor y lágrimas”, dice y reafirma su mirada estética al fragor
de una genealogía, histórica e individual a la vez- contada oblicua y
disruptivamente: “nuestros abuelos italianos y
españoles no tuvieron tiempo de abrazarnos y contarnos cuentos a la hora de
dormir, porque estaban ocupados construyendo el país. Desde ese lugar cuento la
historia de un país y de un continente, situando el punto de vista en mis
propias experiencias emocionales. El olor de la maestra de primer grado lo
convierto en una crónica sociopolítica de América Latina. Reinvento la historia
como me da la gana. Documento la realidad haciendo una puesta en escena.”
Entonces, este fotógrafo
retratista de una argentinidad sureña y herética, este gran cosechador de
premios, este docente heterodoxo del buen uso de la ironía y vecino ejemplar, planta
una bandera que lo aleja del simple casillero del kitsch al que la crítica lo
tiene confinado hace años y agudiza el comentario sobre sus propias creaciones
proponiendo relaciones impensadas: “como
hacía Glauber Rocha en el sertão
del nordeste brasileño, me adueño de la pampa húmeda y la convierto en
escenario. Pongo a los actores a representar mi propia angustia, mi propia melancolía, dándoles forma en la textura y el color de la
periferia.” Y cierra,
casi en forma de manifiesto, con una frase que exhorta y apunta una suerte de
condimento primario de su estética personal: “hay que reciclar
influencias desde el Sur. Ser el Sur. Dejar que aflore el mestizaje. Que el resentimiento se transforme en un hecho poético.”
Entrevista publicada originalmente en Revista Telma.
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