martes, 15 de mayo de 2012

ENTREVISTA CON MARCOS LOPEZ




Por Eduardo D. Benítez

"A mí me gusta acá. Fotografiar lo que está cerca. Pintar mi aldea y ser universal. Me gusta la obviedad. Las frases hechas: mi barrio es mi mundo", dice Marcos Lopez y parece regalarnos una iluminada síntesis de su vida y su obra. Hay que decir que ese "acá" hace honores a los barrios del sur con su ecléctico anclaje en San Telmo y sobre todo Constitución: tal vez el escenario más propicio para desplegar su retórica excedida de colores vivos, texturas que le arrebatan al cartón, al plástico, la comida "chatarra" o manufacturada, una cuota lírica indispensable. Un barroco de trinchera sudaca que hubiera enorgullecido a nuestro poeta Nestor Perlongher. "Constitución es el epicentro de la gran América: mestiza, cobriza, negra, altiplana, gringa, aymara, quechua, cumbianchera, transexual, peronista, sanmartianiana, boliviana y bolivariana”, continúa el fotógrafo argentino y confiesa que siempre intenta transitar por ese barrio sea cual fuere el destino de su viaje: “me invento el camino para tener que pasar por Constitución. Me energiza, me nutre.”


 -¿Y San Telmo? ¿Por qué decidiste vivir en este barrio?

- Mirá…yo soy de Santa Fe y vine a vivir a Buenos Aires en el año 82. Fue al comenzar la democracia, y era una época interesante por cierto sentimiento de libertad artística que se vivía después de Malvinas. En ese contexto conocí el Estudio Giesso en San Telmo, donde había muestras de pintura y conocí también a una persona importante como influencia artística que es Liliana Maresca. Ella vivía en Tacuarí y Chacabuco, y yo iba mucho a esa casa porque se hacían encuentros con artistas. Además íbamos al Restaurante Lezama, un lugar donde a mí siempre me gustó comer.
-¿Cuánto tiempo hace que vivís en el barrio?
-Diez años, cuando me compré una casa en la calle Finochietto. Me gusta mucho vivir acá: el clima de barrio, el hecho de que no pasan muchos autos, el empedrado. Lo único malo, es que me parece un poco sucio San Telmo…
-¿Considerás que San Telmo es un motor o un espacio “ideal” para desarrollar tu práctica artística?
-Si, al tener una casa grande,  antigua y con techos altos, puedo hacer mis fotos acá. Muchas de mis producciones fotográficas las hice acá creando, además, decorados y escenografías. Yo había dejado de hacer fotos en la calle y hace un tiempo me dio ganas de volver a hacer fotos documentales en Parque Lezama…
 Los muchachos comen un asado titánico sobre unos tablones dispuestos sobre caballete, reeeditando una “última cena” da vinciana macerada en estas pampas; otro grupete de amigos combaten el sofocón de una buenos aires veraniega al ritmo de una pileta pelopincho y aperitivos de todo gusto en una terraza xeneize; en otro contexto una especie de Fidel Castro salido de un pelotero juguetea en una selva de plástico. A esta altura de su carrera, los términos pop latino o el sub-realismo criollo desprendidos como un virus retórico de la obra de Marcos López ya están naturalizados entre el mundillo cultural argento. Invitados por ese universo iconográfico podemos admitir sin vueltas que hay pop latino cada vez  pedimos 1,25 al ocasional chofer, que existe sub-realismo criollo en cada rapto ceremonial de vermout y embutidos, en cada oferta de ropa interior a 3x10 pesos que nos toma de sorpresa en cada viaje en subte.
Sin embargo el propio autor prefiere darle a sus fotos una apreciación más contundente y trascendental, un giro autorreflexivo inspirado en una dinámica menos porteña y más latinoamericana: mi estética es barroca y churrigueresca. Pintura colonial cuzqueña mezclada con la vibración fosforescente de los murales  psicodélicos que decoran las paredes en los cabarets de Iquitos. Luz Negra, Amazonas, sangre, ayahuasca, sudor y lágrimas”, dice y reafirma su mirada estética al fragor de una genealogía, histórica e individual a la vez- contada oblicua y disruptivamente: nuestros abuelos italianos y españoles no tuvieron tiempo de abrazarnos y contarnos cuentos a la hora de dormir, porque estaban ocupados construyendo el país. Desde ese lugar cuento la historia de un país y de un continente, situando el punto de vista en mis propias experiencias emocionales. El olor de la maestra de primer grado lo convierto en una crónica sociopolítica de América Latina. Reinvento la historia como me da la gana. Documento la realidad haciendo una puesta en escena.” 
Entonces, este fotógrafo retratista de una argentinidad sureña y herética, este gran cosechador de premios, este docente heterodoxo del buen uso de la ironía y vecino ejemplar, planta una bandera que lo aleja del simple casillero del kitsch al que la crítica lo tiene confinado hace años y agudiza el comentario sobre sus propias creaciones proponiendo relaciones impensadas: “como hacía Glauber Rocha en el sertão del nordeste brasileño, me adueño de la pampa húmeda y la convierto en escenario. Pongo a los actores a representar mi propia angustia, mi propia melancolía, dándoles forma en la textura y el color de la periferia.”  Y cierra, casi en forma de manifiesto, con una frase que exhorta y apunta una suerte de condimento primario de su estética personal: “hay que reciclar influencias desde el Sur. Ser el Sur. Dejar que aflore el mestizaje. Que el resentimiento se transforme en un hecho poético.
Entrevista publicada originalmente en Revista Telma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario