lunes, 24 de febrero de 2014

EL RASCACIELOS DEL DANTE




 Por Eduardo D. Benítez

La velocidad y el frenesí de la urbe imponen ritmos de montaje, nos escatiman porciones de ciudad que siempre pasamos por alto. Sobre todo en los desplazamientos céntricos. Allí, nuestra vida cotidiana de porteños inmersos en el mascullar rabioso del fanatismo monotributal, de la cadetería motoquera que yuga en un grand prix de metas bancarias, de esas caminatas-peripecia de seres invertebrados gambeteando otros seres invertebrados, del estupor mental ante la novedad que hace andar con paso de oruga al ocasional turista; toda mirada se abstrae del mundo. Cierto destino mental (póngale por caso: un nuevo reclamo en la sede central de la Afip, una cita esperando por la pizza y la fainá en la pizzería de preferencia) es el único señuelo. Y en ese raíd, calles, vehículos, edificaciones, transeúntes, son barreras desafiantes que se interponen, son fragmentos de experiencia que preferimos descartar, por que bloquean la tan ansiada comunión entre nuestro caminar y nuestro Destino. Este preámbulo, nutrido de exageración y barroquismo, simplemente ayuda a señalar la necesidad de levantar la vista, de “bajar un cambio”,  para darnos la posibilidad de encontrarnos -en esas mismas calles que incansablemente transitamos- con avistajes inéditos, con excursiones arquitectónicas que animan la comprensión de un tejido urbano tan complejo y heterogéneo como es el de Buenos Aires. En ese contexto, el Palacio Barolo se erige como uno de los rincones más interesantes para descubrir y disfrutar. Su monumental construcción, se encuentra ubicada en Avenida de Mayo al 1370 en las cercanías del Congreso, en medio de una zona que conjuga la evocación de una hidalguía del pasado plasmada en edificaciones históricas; con la “polucion” visual de carteles, publicidades, casas de electrodomésticos y locales de fast food deudoras de la tecnificación contemporánea.  El también llamado Pasaje Barolo (por sus características constructivas que conectan mediante una galería la Avenida de Mayo a Yrigoyen), es el resultado creativo del arquitecto italiano Mario Palanti, quien a pedido del empresario textil Luis Barolo ideó lo que fue el edificio más alto de la ciudad al momento de su inauguración en 1923. Concebido con cierta pretensión de monumentalidad, el Barolo cuenta con veintidós pisos (hoy funciona como edificio de oficinas) y mide cien metros, primer dato que nos señala las posibles coincidencias con los cien cantos que conforman La Divina Comedia. Estudioso y entusiasta de esa obra, existen teorías que afirman que Palanti, diseñó el edificio con la explicita intención de emular la obra de Dante Alighieri, con tres niveles horizontales de espacios y ribetes diferenciados que se asemejan con la composición narrativa dividida en infierno, purgatorio y paraíso. Allí reinan numerosas referencias explicitas o solapadas a la obra del poeta latino. En el Palacio pueden apreciarse, entre lujosas lámparas de hierro negro, las gárgolas y serpientes que custodian el averno, los cóndores en plena ascensión divina, la culminación en una fastuosa cúpula central y faro simbolizando la iluminación paradisíaca, celestial.  Es ese faro el que se constituye en uno de los mayores atractivos de este bellísimo edificio, que ofrece excursiones nocturnas desde donde se puede avistar la cuidad entera. 

 Quienes están inmersas en estas cifras misteriosas y en los entretelones que el Barolo ofrece al mundo son Valeria Dulitzky y Julieta Ulanovsky. Ellas tienen desde hace veinte años un estudio de diseño ubicado en el piso 15 del edificio. “Cuando éramos chicas teníamos un amigo, que ya era diseñador gráfico (Daniel Galliganni) y tenía su estudio en la torre. Ese espacio nos marcó. Era y sigue siendo un lugar maravilloso. Cuando apareció la oportunidad de mudarnos al Pasaje Barolo, no lo dudamos ni un instante”, dice Ulanovsky, los motivos que sedujeron a esta dupla de diseñadoras a afincar su estudio en el histórico predio. Ambas diseñadoras decidieron hacer un sentido homenaje al edificio, que saldrá a la luz muy pronto en formato libro, titulado Divino Barolo: “Nos gusta mucho hacer libros, nos gustan los proyectos propios, nos gusta el edificio con locura, y no existía un libro sobre este lugar. Estamos acá hace 20 años pero recién hace poco que el edificio tiene una muy buena administración que lo cuida y restaura. Eso fue definitivamente inspirador”, nos comenta Ulanovsky, y continuamos la charla.
,
-¿Cuál es la propuesta del libro? ¿Cómo invita al lector a recorrer las historias y mitos del Barolo?

-El libro invita a un recorrido. Empieza enfrente mirando la totalidad y a partir de allí, ingresa y sube. Vamos intercalando textos, ideas y datos. Mostramos los espacios y también los detalles. Se ve lo lindo y se ve lo raro que también es parte. Lo original, lo restaurado y lo bastardeado. Desde que tenemos el estudio acá hemos sacado fotos incansablemente. Con esas fotos armamos un primer esquema. Después contratamos a Damián Benetucci, un fotógrafo profesional y amante del edificio para hacerlo bien y en serio. También hay material de archivo, entrevistas y textos elaborados especialmente.

El libro puede resultar de interés para los estudiosos de Dante. Porque como se esbozaba más arriba, son numerosas  las “historias” que vinculan al Palacio Barolo con La Divina Comedia.  Hay muchas historias y muchos enfoques. Tratamos de mostrar varias caras del tema, de abrir el juego más que de develar los misterios. No hay verdades sino un registro tanto en la imagen como en las ideas de lo que convive hoy en relación al edificio. Trabajamos con Carolina Muzi la edición del libro y contamos con las valiosísimas ideas de Marta Zátonyi, Fernando Aliata, Virginia Bonicatto, Carlos Hilger y Sebastián Schindel que compartió con nosotras datos que le habían quedado afuera del documental “El Rascacielos Latino” sobre el Palacio Barolo”, comenta Julieta.

-¿Cuál es la importancia del trabajo arquitectónico de Mario Palanti? ¿Cuáles son sus rasgos estilísticos característicos y en que tradición arquitectónica se inscribe?

-Mario Palanti tiene una obra enorme. Hizo muchísimos edificios, casas, edificios de oficinas y todos ellos tienen rasgos particulares. Una vez que los particularizás no podés dejar de mirarlos. Por ejemplo, hay una casa en Palermo Chico que es como un mini Barolo, con rostros de Dante y Beatriz tallados en las puertas... Palanti no se inscribe en ninguna clasificación de las conocidas. Del Barolo se dice que pertenece al Remordimiento italiano. Su trabajo está claramente basado en ingeniería con importantes componentes oníricos y místicos.

Versión de la nota publicada originalmente en Revista Telma

No hay comentarios:

Publicar un comentario