Con El cine después del cine, Jim Hoberman hace una puesta al día de las
novedades estéticas, políticas y técnicas que implican a la producción
audiovisual del Siglo XXI.
Por Eduardo D. Benítez
¿Apenas entrados en el Siglo XXI,
es posible hablar de una alteración radical en el desarrollo del lenguaje
cinematográfico? Para Jim Hoberman, el legendario crítico del Village Voice, Sight and Sound y Film
Comment, no caben dudas. Apoyado en dos hechos precisos ensaya la idea de
un nuevo tipo de cine que en poco más de una década ha modificado nuestra
relación perceptual con el medio, a partir de una crucial transformación del
estatuto de la imagen. Por un lado, lo que el autor llama giro digital; modificación técnica que vendría a suplantar el
registro fotográfico por la captación “computarizada” del mundo. Por otro, un
fenómeno menos calculado, irracional y traumático: el atentado a las Torres
Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, el proceso que dará origen a
un cine post fotográfico se inicia a
comienzos de la década de los 80 con dos films como Golpe al corazón (Francis Ford Coppola) y Tron (factoría Disney). Con
esos films comenzaría a hacerse evidente el proceso de divorcio entre lo
fotográfico y lo real a partir de la captación de actores combinados con fondos
manipulados electrónicamente. Esto se extenúa con la aparición de The Matrix (hermanos Wachowski,
1999), película que, según Hoberman, “además de saltar la brecha entre los
humanos fotografiados y los humanoides generados por computadora (…) ofreció
una metáfora rectora irresistible, cuya fuerza se acentuó en virtud de la
cercanía del nuevo milenio: la humanidad vive en simulación en una ilusión
generada por computadora creada para ocultar el aterrador Desierto de lo Real.”
Pero este giro digital, también da origen a un nuevo tipo de realismo, apoyado
por ejemplo en films que privilegian el uso del tiempo en su duración real como
condición estilística, como Ten de
Abbas Kiarostami o El arca rusa de
Alexander Sokurov.
El segundo capítulo del libro
reserva un apasionante y lúcido fresco cinéfilo de la presidencia de George
Bush (revisitando su política belicista y la construcción publicitaria de una
“amenaza externa”) en sintonía con los estrenos semanales que el autor fue
cubriendo durante siete años (del 2001 hasta el 2008) para el Village Voice. El volumen cierra con un
exquisito repaso por películas claves, donde se comentan los trabajos de Jia
Zhang-Ke, Tsai Ming Liang, David Lynch y Olivier Assayas, entre otros. De este
modo, Hoberman se toma el trabajo de ir esbozando la primera historización del
cine de este nuevo milenio.
Reseña publicada originalmente en Revista Haciendo Cine.
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