lunes, 13 de julio de 2015

AUTORRETRATO DE UNA PASIÓN


El Cuenco de Plata incorpora a su colección de cine Las películas de mi vida, una nueva traducción de la antología de textos de François Truffaut. Un clásico imprescindible del crítico y cineasta que más y mejor nos abrió su mundo privado.

Por Eduardo D. Benítez

Para Truffaut, su gusto por el cine y la práctica crítica es el resultado de un relato mítico, fundacional, de una condición outsider como rito de pasaje. Son los años cuarenta, los años de la Segunda Guerra Mundial, y el niño revulsivo que era sorteaba cualquier obstáculo para entregarse a los placeres de un arte que transitaba su edad de oro. “Las primeras doscientas películas las vi desde la clandestinidad: haciéndome la rata en la escuela, colándome en las salas sin pagar (por la salida de incendio o las ventanas de los baños), o aprovechando que mis padres no estaban en la noche, con la presión que significaba fingir estar durmiendo cuando regresaban”. Como un templo donde abstraerse del mundo, la posibilidad de “acercarse cada vez más a la pantalla” le ofrecía al futuro crítico el trazado de un camino que más tarde lo convertiría en uno de los cineastas más importantes de Francia. Y ese recorrido comenzaría a gestarse, sobre todo, a partir de dos pilares fundamentales: la obra de Jean Renoir y la de Alfred Hitchcock. La del primero, cuya La regla del juego Truffaut ve doce veces (su formación cinéfila estuvo basada en la repetición casi como método), sencillamente por ser “el mejor cineasta del mundo”, el cineasta de la tolerancia: “Lo terrible de esta tierra es que todo el mundo tiene sus motivos”. La del segundo, por presentar una serie de personajes que seducían particularmente al director de Los 400 golpes (“no me identificaba con los héroes, sino con los minusválidos, y muy especialmente con los transgresores”) y, en especial, por su manera de desjerarquizar los géneros cinematográficos y por su voluntad de presentar al gran público una “idea de mundo” como resultado de una “idea de cine”. Para el crítico de Cahiers que está reflejado en las páginas que componen Las películas de mi vida, las obras de sus antecesores sirven para forjar una moral del cine a partir tanto de elogios como de diatribas. Por estas páginas se analizan las películas más importantes de Chaplin, Dreyer, John Ford y una veintena de directores del mismo peso pesado. También hay dos capítulos importantes que reflejan la admiración y la pasión con que Truffaut se entregaba a los trabajos de algunos de sus contemporáneos. “Algunos outsiders” dedica glosas sobre Luis Buñuel, Bergman, Fellini y Rossellini; en tanto que en “Mis compañeros de la Nouvelle Vague” el crítico se encarga de hacer un repaso por esa generación de cineastas franceses partiendo de Noche y niebla, de Alain Resnais. Las películas de mi vida concibe a la crítica como un ejercicio festivo, como una forma de vida que se da con y a través de las películas, como una verdadera educación sentimental. 

Reseña publicada originalmente en Revista Haciendo Cine.

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