martes, 13 de julio de 2010

LOS ENCUENTROS DE PARÍS


Por Eduardo D. Benítez

Muchos autores de la generación nouvelle vague podrían dar seminarios enteros acerca del tema de los encuentros y desencuentros amorosos en la ciudad luz: Godard y Truffaut son algunos de ellos. Pero Rohmer no se queda atrás y se calza una cámara al hombro para sacar a pasear a sus personajes por los barrios parisinos, a la búsqueda de ese aire novelesco que parece encontrarse sólo en las calles de Montmartre. Muy cercana a su serie de Comedias y Proverbios, Los encuentros de París presenta tres relatos donde el azar cifra cada uno de los encuentros sentimentales y el amor es un objeto sometido menos a los placeres de la carne, que a los de una discusión moral. Como una constante marca de autor, las relaciones de sus personajes se ven profundamente trazadas por una impronta lingüística, expresando con sus palabras –sin embargo- exactamente lo contrario a lo que sienten, haciendo gala de una suerte de estética de la palabra histérica. Lo importante Rohmer es hacernos verosímil el recorrido de una narración y no la verdad de esa narración. Esther disertará con su interlocutor sobre la infidelidad,  la pareja del tercer relato explicará su pasión por una obra de Picasso y la economía libidinal que la pantalla devuelve al espectador será negociada por cada ida y vuelta en los parlamentos, por cada plano y contraplano. La tensión estará allí: en la porosidad que esos diálogos generen, en el errabundeo displicente al  que deciden librarse estos neorrománticos incurables. 

Reseña publicada originalmente en Revista Godard!.

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