viernes, 29 de abril de 2011

CINE CONTRA ESPECTÁCULO



Por Eduardo D. Benítez y Diego Maté

Para su décima edición, la Muestra de Documentales de Buenos Aires (DocBsAs) preparó una visita de lujo: el cineasta y crítico cahierista Jean- Louis Comolli. Junto a la presentación del libro Cine contra espectáculo (Editorial Manantial) se programó una sustanciosa retrospectiva que ofreció un abanico amplio de la obra de este legendario director francés. Entre films de variados metrajes y soportes se proyectó -en la Sala Lugones- su último trabajo: Antes los fantasmas (2009). El documental –basado en el libro Noche y niebla, un film en la historia- dispara no pocas preguntas acerca de la relación entre el cine y la Historia en mayúscula, la praxis cinematográfica en general, y la labor del cineasta abordado en su sentido más político. El libro, escrito por la historiadora erudita Sylvie Lindeperg reflexiona sobre el legendario mediometraje de Alain Resnais Noche y Niebla, primer film –realizado en el 54- en hablar sobre los campos de exterminio nazis. Dar cuenta de cómo fue el origen de Noche y niebla y su impacto posterior es el propósito del libro de Lindeperg; repasar –en clave dialógica, con rigurosos planos a cámara- el proceso de escritura de ese libro y su entramado con el film de Resnais es el propósito del trabajo de Comolli. Pero además “este film se construye como un campo de batalla, de tensiones y se transforma en un elemento analítico de la sociedad”, como afirmó su director en la Lugones a propósito de la presentación de la película. Es así como se trató de desmenuzar el film evocado (Noche y Niebla) en colaboración con la historiadora para extraer por lo menos tres líneas de lectura: 1) revisar la historia del cine para lograr una mayor comprensión de nuestro mundo, 2) ampliar el campo de la palabra oral como una marca autoral que reactualice la antinomia cine contra espectáculo y 3) recordar que el concepto de “campo” no se aplica a una sola época y a un solo país.

 Con un rodaje corto -de seis días- y mayormente con escenas realizadas de manera improvisada (nos referimos a los diálogos mantenidos entre la autora del libro y el autor del film mientras la cinta rueda) todos los parlamentos retratados en Ante los fantasmas son productos de charlas espontáneas donde sólo una matriz temática (Sylvie y Comolli eligieron un punteo de temas sobre los que iban a hablar, privilegiando todo lo concerniente a la exterminación) disparaba múltiples lecturas del libro, del film de Resnais e incluso sobre los avatares de la coyuntura política global. Fue así como el pensamiento de ambos se fue elaborando y sumando capas en el proceso mismo de Ante los fantasmas y pudieron agregarse numerosas interpretaciones que no estaban comprendidas en el libro Noche y niebla, un film en la historia. Por ejemplo, considerando que en el tramo final bajo la voz de Cayrol cuando se hace referencia a “quién se hará responsable” ante la “llegada de los nuevos verdugos”, el film de Resnais alertaba acerca de la lucha de Argelia contra el colonialismo Francés, además de referirse al exterminio nazi. 

 En Ante los fantasmas la construcción de un complejo trabajo metatextual no sólo confirma que el cine cada vez más comienza a girar en torno a películas que hablan sobre otras películas, sino que del mismo modo ponen en abismo a otras disciplinas como la ensayística, la conversación o el propio diálogo como objeto privilegiado de su registro. La cámara de Comolli deja acontecer, no se detiene. Es un rodaje en su pura continuidad que no busca otra cosa que registrar el flujo espontáneo de la palabra hablada. El espectador se encuentra a la escucha de una puesta en escena de una conversación que incorpora dimensiones de sentido al film aludido y las palabras se encadenan en directo ante la cámara para sumar espesor documental a la interpretación histórica.

 También la palabra es uno de los recursos más fuertes de otra película de Comolli exhibida en el DocBsAs, Buenaventura Durruti, anarquista. Frente a tanta crítica que pretende instalar una supuesta supremacía de la imagen por sobre la palabra y de tanta película con aires de contemporaneidad que parece entender al cine como un medio más visual que sonoro, Comolli viene a demostrar que las películas son siempre imagen y sonido, y que el lenguaje también puede ser un arma política de alcances revolucionarios. Es imposible medir las resonancias estéticas y morales del uso de los diálogos que se hace en Durruti, sobre todo por el complejísimo trabajo que se deja ver (escuchar) alrededor de las conversaciones. Cruces entre el castellano y el catalán, soliloquios, discusiones acaloradas, pensamientos dichos por una voz desde el off. Comolli conjuga en Durruti una constelación interminable de recursos lingüísticos en la que cada palabra se integra a las otras conformando una galaxia sonora inacabable, sin despojar a cada una de ellas del peso específico de su sonoridad ni del vigor de sus sentidos posibles.

El grupo de teatro liderado por Albert Boadella ensaya una reconstrucción de la vida de Durruti, sus compañeros y familiares, que a los pocos minutos se revela plenamente como construcción, como artificio puro y duro. Casi gravitando en una especie de lugar intermedio entre, por un lado, las propuestas del cine de ficción siempre listo a reducir y filtrar la densidad de la Historia a través de la comodidad de algún relato de corte solemne y aleccionador, y, por otro, la filosofía de un cruzado insobornable como Claude Lanzmann (el realizador de Shoah) para el que cualquier intento de representación del Holocausto es un paso hacia la naturalización y aceptación del genocidio y, por lo tanto, debe ser activamente repudiado, Comolli encuentra un espacio en el que ejercer su crítica sin desplomarse hacia ninguno de los dos extremos. El director de Durruti confía en el poder de la representación y no reniega de su potencialidad crítica, pero esa representación, para ser política, no puede mostrarse inocente, como mero (y siempre falso) espejo de lo real, sino que tiene que presentarse a sí misma como construcción, como un artefacto desmontado que solo puede seguir funcionando a fuerza de evidenciar sus mecanismos, de hacer inteligible su maquinaria interna.

La versión completa de este artículo fue publicada en Revista La Otra

No hay comentarios:

Publicar un comentario