martes, 31 de mayo de 2011

LOS FABULOSOS FREAK BROTHERS




Para volarse la peluca en versión viñeta. Un delirado recorrido por la familia más amotinadamente holgazana de los años sesenta y setenta. Con ustedes, los Fabulosos Freak Brothers y su historia.

Por Eduardo D Benítez

Bienvenidos al irredento universo de los Fabulosos Freak Brothers y a un viaje por la pluma satírica de Gilbert Shelton, donde podemos ser partícipes de una odisea mexicana en la que tres drogones escapan de la cárcel ayudados por un Chamán llamado Don Juan, donde una familia será capaz de reciclar literalmente todos los muebles de la casa hasta convertirlo en material fumable y miles de etcéteras de ese mismo calibre. Agradezcamos la primera edición de la revista Mad en los años 50 con su propuesta de historietas "calculadas para volverte demente". Exaltemos también el primer guión y la edición de papá Harvey Kurtzman que abrió las puertas del palacio para que sus hijitos Robert Crumb, Gilbert Shelton y demás feligreses de la viñeta under yanqui pudieran jugar desquiciadamente con la imaginación de su época. Y porqué no también, alabada sea la ciudad de San Francisco que nunca hizo caso omiso al llamado de la tribu y fue la cuna de la sociedad alternativa entre ese creador excepcional que es Gilbert Shelton y su obra cumbre, los Fabulosos Freak Brothers. 

 Si viajamos por un momento hacia el mito que gestó la historia de estos tres hippies encantadores que son los Freak Brothers, vamos a comprobar que el combo de inspiración que les dio origen corre por las vías del humor cinematográfico, más precisamente en la reutilización del gag y slapticks por parte del humorismo gráfico en versión mutante y trastornada. Si no, métanse de lleno en los periplos burlescos de Fat Freddy  por conseguir falopa y van a ver que el efecto humorístico evoca al humor físico de la más refinada tradición del cine cómico mudo. El propio autor se ocupa de confirmar esto cuando rememora la siguiente anécdota: “Los Freak Brothers nacieron en el invierno de 67/68. Yo había ido a ver una doble función de cine en Austin-Texas, donde una de las películas era de Los Hermanos Marx y otra de Los Tres Chiflados. Me fui de la sala pensando que podía hacer algo de ese estilo. Así, -con la ayuda de un amigo que era estudiante de cine en la Universidad de Texas- produje un corto de cinco minutos llamado Los hippies de Texas marchan al capitolio. Para difundirlo hice un flyer donde había una tira cómica que mostraba a los Freak Brothers y su semilla mágica de marihuana. A todo el mundo le gustó más la tira cómica que la película, fue entonces cuando abandoné mi carrera como director de cine y me dediqué a hacer caricaturas. Esta primera tira de los Freaks fue publicada junto con otras en la primavera del 68”. Luego, el derrotero a través de los medios se ampliaría con el tiempo y la tira se publicaría en míticas revistas under como  Help! y Zap Comix, llegando - más adelante- incluso a publicarse en medios de gran tirada como Playboy. 

 Pero volvamos a las viñetas y hagamos una radiografía de la composición familiar de los Freaks. El tándem se compone de una revoltosa sinfonía de caracteres sociales: a Pinheas- el peludo intelectual- lo equilibra el perfil de Fat Freddy, ese gordo atorrantón que empeñó sus neuronas a cambio de delicias psicotrópicas de lo más variopintas y el pseudo cowboy Franklin, que ostenta ser el tipo que más ha gastado suela de botas caminando las calles de la gran ciudad. Pero a no engañarse pensando que ese mundillo termina solamente con la figuración de los tres hermanos. Otras historias pueblan como nota al pie las viñetas centrales de los Freaks. El Gato de Fat Freddy y un imperio militar de cucarachas cobran protagonismo conformando una comunidad relativamente armónica y estableciendo una relación casi de hermandad con los tres hippies. Dentro de la totalidad de ese grupo el Gato de Fat Freddy merece un capítulo aparte: es casi la contracara socarrona y rea de ese gato gordo y anaranjado que vive en la casa de una respetuosa familia de la buena burguesía llamado Garfield .La impronta del Gato de Fat Freddy ha dejado una marca tan indeleble que con el tiempo ganó una compilación propia de sus historias gráficas a fuerza de hacerle  triquiñuelas a su dueño obeso y haragán con tal de conseguir comida y un buen lugar donde dormir. 

 Hasta el año 1992 Shelton elabora nuevas historias para los Freaks acompañado -a veces- por el guión de Dave Sheridan, también un eximio artista del under. La remisión y la nostalgia por los felices sesenta fueron clave desde el comienzo de la tira hasta su apogeo, pero no es allí donde se agotan sus motivos temáticos. No es en el simple regodeo pagano del flower power donde estos personajes encuentran su máxima potencia, sino en su manera de evidenciar las debilidades y enfermedades sociales de la civilización humana haciendo caso omiso de los más elementales hábitos de la higiene y el pudor.

 Es cierto que -considerados freaks por sus contemporáneos- ese trío de hippies único que Shelton ha sido capaz de crear se definen por sostener cierto pánico por la inserción a ese universo un poco aterrador que implica un trabajo estable y rutinario. Ese es el establishment real al que se enfrentan los hermanos, el de ser devorados por conductas morales y normas que pongan entre paréntesis el objetivo principal de sus vidas: cualquier vía alucinatoria que conduzca a hacer un culto al hedonismo. Sin embargo ese genuino manifiesto por un ocio interminable se ve temporalmente asediado por un personaje llamado Norbert the Nark, un torpe policía de narcóticos que se la pasa elucubrando trampas para mandar en cafúa a estos tres chiflados. Y en ese contexto persecutorio a uno le dan ganas de solidarizarse con los hermanos y se pregunta…porqué perseguir a unos tipos simpáticos y divertidos como los Freak Brothers, cuando el timing de su vida cotidiana está simplemente marcado  por un estado de supervivencia primario: conseguir alimentos y drogas (entre estas últimas erigiendo a la marihuana como la estrella de la casa). Tal vez esa sea la gema máxima del gesto contracultural de los setenta, una especie de anarquía blanda donde lo que está en juego es la apuesta por un modo de experiencia del mundo demasiado antagónico al de esos funcionarios públicos que son Superman, Flash o el Capitán América.  

Artículo publicado originalmente en Revista THC

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